domingo, julio 21

Ignacia...



Una promesa no es un contrato con tu nombre al final,
ni un acuerdo vinculante, sino algo distinto.
Dura mientras mantiene viva tu alma.
Almas Gemelas. Deepak Chopra.



Después del silencio, de la despedida salada, de recorrer el borde de la ausencia desquebrajada,

de reconocer el limite de los hubieras, de adivinar historias e inventar finales, volvieron a encontrarse.  
Nada había cambiado en el fondo de sus ojos, nada nuevo había crecido en el jardín de las aventuras, tampoco nada había disminuido la inercia que despide el instinto. 
De repente, Ignacia estaba ahí, frente a ese sin fin de posibilidades, frente a esa inexplicable necesidad de respuestas, ante un conocido reflejo que nace en la boca del estómago, atropella el corazón y se desborda en una sonrisa de diva -con tan solo mirar-. 
De repente, él estaba ahí, con su mirada de mago, con su sonrisa de media luna, con sus manos pinceles y su extravío infantil. 
El resto de las horas les caminaron entre un diálogo insípido. - palabras más, palabras menos- nada nuevo. 
- ¿Dónde nace el principio cuando llega el final? - 
Se preguntaba Ignacia cuando la noche se le presentaba sin señales de cordura. 
Después de tanto haberse proclamado uno, después de haberse prometido presencia eterna, después de mirarse el alma con los ojos cerrados, habían tomado la decisión de separarse. 
Ignacia llevaba sobre sus dudas la certeza de renovarse, la cotidiana sonrisa como reflejo a sus pesares y la libertad rota a causa de un cautivo sentimiento de menosprecio. Poco a poco había perdido la ilusión de sentirse amada. 
Mientras tanto él, llevaba tiempo buscando algo distinto, pero no estaba seguro si ese algo estaba dentro de Ignacia o de él mismo, el caso es que cuando estaban juntos el amor era el único camino que les callaba los miedos. 
-Prométeme que nunca me dejarás- Pidió él, años antes en una tarde de besos orgásmicos
- Prometo- Dijo ella segura del siempre.
-Prometo que nunca te dejaré- Dijo él mirándola a los ojos.
Poco pensaron en el día en que la cotidiana rutina se les metería en el medio hasta que el reproche era lo más cercano a un buenos días. Entonces olvidando por completo las promesas de un siempre, se dijeron adiós sin lamentos ni reclamos. 
Pasaron meses sin saberse, días festivos sin apenas recordarse, tiempo de no sentirse. 
Una mañana ambos despertaron con la sensación de extrañarse, por curioso que parezca, las promesas dichas con el corazón se escriben en el universo con perfecta ortografía, viajan en espiral por entre los cuerpos y vibran hasta ser recordadas de nuevo, para ser cumplidas. 
Ambos intentaron no darle importancia al recuerdo, cada uno por su cuenta retomó sus labores cotidianas y creyeron olvidarse por un momento de la repentina necesidad de saberse. 
Entonces, todo comenzó a ser distinto, ambos comenzaron a encontrarse entre aromas y sabores que irremediablemente les llevaba a sentirse. 
Antes de que Ignacia se diera cuenta de que todo el día había pensado en él, antes de que él se sorprendiera buscándola entre otros nombres, el universo ya tenia la sentencia lista para volverlos a encontrar. 
-Hola- Dijo él, en el pasillo de aquel supermercado.
Ignacia giró a responder el saludo con la emoción de una adolescente y el estómago encogido.
Sin más que protocolos se abrazaron como quien se arroja a una suplica. 

- Dime algo - dijo él mientras la apretaba contra su pecho

- Algo- dijo ella bromeando con los miedos
- Algo que sea para siempre- dijo él apretando sus dedos sobre la espalda de Ignacia
- Nada es para siempre-Dijo ella,  intentando no llorar
- Nada es nada, Siempre es siempre- Dijo soltándola despacio
-Te amo para siempre- dijo entonces, 
- Te amo como siempre- se dijeron volviéndose uno.
-Siempre es hoy-


-¿Promesa?-




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viernes, julio 12




Conoces la ruta exacta para llegar al sur de mis tempestades...

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domingo, febrero 5

Pascuala


Pascuala despertó con un antojo.
Tenía pendiente un pecado que le estaba esperando desde que había decidido jamás volver a rezar.
Habían pasado tantos años que no repasaba un amén, que había olvidado la desolada sensación de arrepentirse por los antojos y el sentir.
Con los deseos desparramados caminó la ruta que le llevaba siempre a redimir. Sin miedo, sin pausas, sin perdón que pedir, le encontró ahí.
Pascuala ha decidido quedarse ahí sin amén y un montón de antojos para sentir.

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domingo, enero 29

Crisanta





Como si todo el tiempo se hubieran buscado, se encontraron sin siquiera saber que cada cual tenía dentro de sus historias el faltante para sus comienzos…
Cuando Crisanta abrió la puerta y se encontró con ese hombre de hombros pesados, supo que el resto de su misión iría entre sobresaltos.
Para todo tipo de desquebrajos, Crisanta tenía remedios, palabras y embistes, menos para los corazones rotos, en ese menester, no había remedio eficiente que no fuera el olvido o el otra vez.
Y las tardes fueron sucediendo, mientras él hombre de ojos de sonrisa triste le narraba de sus grietas, Crisanta se acomodaba el pudor para no rodar entre la ética y el antojo que aquel hombre le amotinaba con tan solo mirarla.
Hubo tardes en que el deseo se adormecía entre los vericuetos de las historias de ese hombre que sonreía sin darse cuenta y seducía con la astucia de francotirador. Hubo tardes donde el deseo se contoneaba entre miradas hambrientas y mimos de comprensión, hasta aquella tarde en que al despedirse el antojo les atrapó en un abrazo largo que les estremeció.
Fue hasta el siguiente encuentro que Crisanta abrió la puerta y se encontró con ese hombre que sonreía con el deseo de un forastero que encuentra donde lavar sus años, fue en ese arrebato que ella se le arrojó a los brazos con la demencia guardada entre las piernas y fueron las manos de ese hombre que con la experiencia de quien dibuja, le repasó el contorno y le cinceló los miedos.
Fue un beso suficiente para que Crisanta se dejara desvestir entre mordiscos y respiros, fue apenas imperceptible la urgencia de acompañarse a cabalgar por aquellas grietas que ambos conocían con todo y nombre, fue apenas un darse cuenta, para que  aquel hombre que se sabía herido se dejara llevar por la bravura de los olvidos para empezar otra vez.

No solo viajaron entre dolor y olvidos, ambos pasearon con sus manos por cada uno de los paisajes despintados de deseo y hastío, ambos pasearon con sus bocas por los nombres fallecidos, ambos se encontraron de pronto, en el mismo sitio donde se les había herido, resucitándose para dejarse hacer...

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viernes, diciembre 30

...Adiós 2011...

Cerró la puerta de su habitación y se miró completa en el reflejo de la ventana que siempre había estado ahí.
Por un instante tuvo la sensación de tener compañía, inmediatamente después se supo sola, tan sola como siempre había sentido estar.
Mientras se desvestía sintió un rumor soplarle la nuca, un sutil temblor le sacudió la memoria, cerró los ojos para dejarse invadir, una derrota pendiente le cerró los puños y una sonrisa victoriosa se le dibujó en el centro del estómago.
Hacer un recuento de lo vivido le era cotidiano, arrepentirse de lo no habido y de lo tenido eran sus nanas preferidas antes de dormir, pero ahora, que el año estaba a punto de terminar no tenía respiro para un repaso de tanto y nada.
Durante el año que estaba apunto de terminar había conocido a sus demonios desnudos, los que la habían encerrado en una ironía banal que la sostenía cada vez que cruzaba el portal de lo indebido, cada vez que algo no le cabía en su mano derecha y cada vez que tropezaba con el mismo cantar, también en este año había agotado todo el desdén por lo superfluo, todo el poder por lo prohibido y todo el sentir cubierto de buenas costumbres, pero así de repente, también, había descubierto una de las tantas mujeres que le habitan, se había mirado por primera vez frente a frente con la determinación por alzar sus sueños en la punta de su lengua para amar sin más que por derecho y convicción, entonces, un ejercito de luciérnagas le encendió las ganas mientras escribían en su contorno sin punto seguido…
Por el amor de tantos añosPor los regresos infinitosPor las despedidas interminablesPor las lagrimas indeleblesPor el tiempo entre tus brazosPor los sueños extraviadosPor las llaves de mi temploPor la tibieza de nuestra camaPor el pudor que nos diviertePor la hipocresía del perfumePor las tardes de silencioPor las traiciones benévolasPor las tardes de lluviaPor los lunes sin finalPor la seducción de las tentacionesPor la abundancia del quererPor el atrevido sudor entre mis piernasPor los encuentros insustituiblesPor la letra no escritaPor la palabra benditaPor el aroma de tu desairePor tu repentino amorPor la propiedad del besoPor las mañanas contigoPor la historia que nos descubrePor el dolor de las perdidasPor la magia de los recuerdosPor la tibieza de las reconciliacionesPor la determinación de seguirPor la alegría de tus sorpresasPor la acidez del enojoPor la brutalidad de los erroresPor la distancia que nos acercaPor las derrotas obligadasPor la sensación desamoradaPorque aveces no te quieroPor tu inacabable búsquedaPor la espera de tu regresoPor el exilio del atreversePor las canciones que me eresPor la sopa de fideoPor la necedad de tenernosPor la paz que me antojasPor mis poderes de brujaPor mi intuición divinaPor los jueves de quereresPor las amigas de toda la vidaPor la ocasión de estarPor que algún día no estaréPor la que dejé de serPor la que me estrena el sentirPor el secreto que me hilvanasPor la ternura de la miradaPor el amor que nos hacemosPor el espejo del bañoPor el destierro de mis antesPor el reconocimiento del ahoraPor la ruta de tu ombligoPor el suspiro del placerPor la sonrisa celestialPor los que me habitanPor los que les habitoPor los 365 días contigo y sin tiPorque quiero y a veces noPor lo que aún NO nos sucedePor el TE AMO que nos hace serGracias 2011

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domingo, octubre 31

Dos..


Volvieron a encontrarse después de haberse dicho adiós tantas veces.
Todo parecía ser como siempre, pero en ambos había una brecha inmensa de soledades profundas. Después de tenerse tantos días, de reconocerse en cada roce y en cada silencio, se olvidaron de la verdadera razón por la que se habían amado a pesar de las circunstancias.
Él tenía los ojos del color de las tristezas, sus manos estaban apretadas de tanto retener su pasado, su espalda encorvada de cargar tanta añoranza incompleta. Ella, tenía en sus ojos la nostalgia de las despedidas, las manos cerradas de tanto apretar, la espalda erguida para disimular.
Tanto amor les separaba irremediablemente y tanto sentir les partía en dos. Poco a poco se fueron conversando, poco a poco se hilvanaron de reproches y culpas redondas. Poco a poco se dieron cuenta que no había más para seguir.
La casa estaba llena de sueños incompletos, de entregas intensas, de besos y amor-amor.
- Antes de irte me dejas las llaves en la mesa- Dijo él sin mirarla.
Y ella junto con las llaves le dejó el resto del inmenso amor que le quedaba.


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lunes, mayo 24

Diminuta...




Mientras tuvo al hombre que amaba entre sus remilgos todo la hacía inmensa y grande, pero fue el día que su indiferencia empezó a tejerle tardes tristes que comenzó a hacerse pequeñita, casi invisible.
Después de vivir durante una década el amor redondo en complicidad con el hombre que había desatado en el contorno de su nombre la grandeza de las aventuras, después de comprender que lo que se ama también se pierde, después de lavarse con lagrimas el rastro de besos que le permanecían en el cuerpo, se olvidó del mundo y casi de él.
Después de intentar comprender las distintas formas en que ese hombre la amaba cotidianamente, después de aceptar que hay amores que de tanto amar terminan matando, después de silenciar para siempre el estruendo que en su alma se desataba con sólo recordar la voz de trueno de ese amor bendito, se borró la memoria con un lamento largo y cascabelero.
Cerró los ojos, apretó los dientes y los puños, aguantó la respiración hasta sentir que le explotaba el estómago y arrojó lo último que de él le quedaba hacia el infinito.
Se metió a la ducha por más de una hora, restregó con la furia de las tempestades la memoria del cuerpo y la razón de sus espasmos, perfumó con esencia de rosas los huecos donde aún quedaban retazos de pieles fundidas y se murió por dentro, de un respiro.
Se pintó con pétalos de violetas lilas el nombre de pila con que la bautizaron de niña y se acostó a dormir.

Ahora Diminuta cuando despierta no recuerda nada.
Ni siquiera lo inmensa que era de amor.



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