viernes, junio 27

Valentína...

Porque existe en el mundo
una esperanza definitiva...
el amor con capacidades diferentes...


Después de tanto tiempo haber estado viviendo en un cuerpo específico, y amado al amor, se encontró cualquier mañana con unos ojos distintos, con un cuerpo distinto, con una voz distinta, pero el mismo corazón…
Valentína tenía en su historia, secretos y desventuras, una simplicidad de manías y hábitos arrancados de un ancestral árbol genealógico de frutos diversos y una distinción especial para ser simplemente ella…
era hermosa por que su nombre le imprimía ese aire misterioso y contradictorio para quien se llama de semejante manera y habita un cuerpo rellenito, con una cabellera escasa y un encanto agridulce entre los ojos.
Su nombre nunca necesitó de un apellido que le diera condominio en esa sociedad que se proclama perfecta, mucho menos necesitó de un mote de cariño para llamarla aún en los momentos de más urgencia de cariño, Valentína era así completa, sin abreviaturas ni medias tintas.
Cuando nació, todos pensaron que era un castigo de ese Dios que no hay que olvidar que castiga, incluso su propia madre culpó a la luna que ese mismo Dios había dotado de hechizos malditos, nadie aceptó las culpas, pero tampoco nadie se indultó, entonces fue más fácil responsabilizar a los ausentes, a la ciencia, a la genética, al horóscopo y así cerrar los ojos a la realidad.
Creció como crecen las personas diferentes, entre ruidosas murmuraciones y falsa conmiseración, creció en un mundo donde lo fácil se confunde con lo sencillo y los silencios con la comprensión.
Pero a Valentína la vida le sonreía aún en los momentos más amargos, la misma diferencia que para el resto del mundo significaba tormentos para ella representaba la magnificencia del amor. La sensualidad y el amor tenían lugar en su vida desde que tuvo conciencia de su ser como mujer, así que para ella, una caricia no provocaba el mismo efecto que en cualquier otra, Valentína se incendiaba con la simple caricia del aire trémulo que le rozaba las pantorrillas como también en el mismo acto natural de orinar.
Se hizo mujer una mañana de primavera, mientras jugaba entre ruidos y eminentes descargas emotivas, y con el mismo silencio con que se le trató siempre, se le confinó durante 5 días naturales dentro de una habitación apenas iluminada y se le procuró lo necesario para sobrevivir.
-Habrá que cuidarla de los lobos marrulleros-, dijeron las interesadas en el porvenir de Valentína, mientras los lobos marrulleros se relamieron los bigotes aguardando la luna llena de cada mes.
Pero a Valentína 5 días y una hora significaban lo mismo, su mundo interior era suficiente para hacer de un insignificante zumbido de insectos, una banda sonora de alta fidelidad.
Ella amaba redondamente como su cuerpo crecía, amaba todo lo que miraba, todo lo que sentía, todo lo que cruzaba por sus capacidades diferentes y su característico humor y miraba sonriendo al igual que los ruidos que su garganta emitían, Valentía crecía y con ella crecía el amor.

Pero un descuido se vive a diario y Valentína fue descuidando sus horas de juego con los ruidos de los insectos para comenzar a jugar con los rostros que iban y venían por las calles de su pueblo, se sentaba en la esquina del parque y dejaba que el tiempo le llevara hasta sus ojos la diversión.
Fue así como aprendió el tránsito de cada persona, la hora exacta en que se iba y la hora exacta en que se retornaba, el instante en que la iglesia se quedaba vacía y el momento en que dos se besaban para seguir en sentido contrario, fue así como descubrió que los hombres la miraban y las mujeres la evitaban, y también fue cuando se dio cuenta que la soledad duele y la compañía antoja.
Poco a poco comenzó a sentirse sola, a desear conversar y sentirse acompañada, a intensificar querencias y desterrar miedos, a conocer emociones y darles nombre, pero sobre todo a sentirse mujer con deseos especiales y necesidades terrenales.
Fue así como aprendió a mirar a Tomás, el único hombre que la miró con ojos misericordiosos y simpatía con aroma a pan, el único que detenía su apresurado rumbo para saludarla llamándola por su nombre, y se sentaba junto a ella mientras ambos compartían las migajas de una charla gutural explicita. Fue Tomás quien le rozó el ante brazo con una carcajada y le torció los ojos de puro reír. Y fue Tomás quien le permitió florecer en sus desvaríos especiales como si la naturaleza no necesitara de un certificado de buena razón.
Y la gente se hacía la ciega, y los pecados se hicieron ignorar, y la vida se detenía en cada tarde que Valentína se volvía invisible y Tomás su dibujante.
Para los más santurrones las leyes celestiales se estaban provocando, para los más ilusos todo se trataba de una experiencia subnormal, para los más libidinosos se trataba de una demente calentura, para los ignorantes nada sucedió, para los más sensatos esto debía suceder así… mientras que para Tomás y Valentina se trataba de hacer el amor sin prejuicios de ninguna clase, perdonando las culpas del mundo entero en cada beso envuelto en sinrazón, esculpiendo la natural simpleza de encontrarse en un mundo de diferencias disfrazadas que buscan encontrarse aceptando simplemente: EL AMOR.
cieloazzul.
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