domingo, octubre 26

Angélica...


Después de un silencio largo y amargo, ambos decidieron dejarle a la suerte su destino…
Y no pasó más de un atardecer para que el mismo destino se volviera hacia ellos y les encontrara a media calle y con los ojos perdidos en el mismo pensamiento…
Sobre ella caía un manto de nostalgia dorada, sin embargo, el mirarle en ese intempestivo momento le hizo sonreír como quien enciende un cirio, en cambio él, tenía la barba crecida, la sonrisa invisible y un halo de abandono que antojaba a arroparlo como a un recién nacido…
Después de mirarse, sin más, se saludaron como en los viejos tiempos en que fueron los mejores amigos, para después sentir esa descarga de luz que vino cuando se hicieron los mejores amantes de sus tiempos, para finalizar con ese escalofrío que quedaba desde que se habían vuelto invisibles el uno para el otro.
Y se saludaron como quien se sabe de memoria las respuestas, anticipándose al presente que ya no les pertenecía y arañando con la astucia de un niño un futuro con nuevas aventuras, se parafrasearon como en los viejos tiempos y se aspiraron entre la gente que pasaba a su lado esquivando el perfume de los reencuentros.
- Te veo tranquila- Dijo él recorriéndola con los ojos…
- Lo estoy- dijo ella urgiendo una sonrisa…
- Me alegra, por ti, lo mereces- dijo él soltando un suspiro…
-También tu mereces estar bien..- dijo ella lanzando un decreto..
- Sin ti….no veo como…- Dijo él mirándole la boca…
-Así las cosas, todo tiene un para bien..- Dijo ella reprimiendo un lamento..
- Tu eres mi para bien… te invito un café..- dijo tomándola de la cintura para llevarla al café que parecía les esperaba con una mesa.
En ese café había puros hombres mayores, algunos se acompañaban con una partida de dominó reñida y silenciosa, otros más, discutían sobre las últimas reformas inútiles del gobierno, en una mesa cercana un hombre de hombros cansados y zapatos bien lustrados parecía conversar con su taza de chocolate y dos piezas de pan dulce, en una esquina dos más parecían recordar tiempos no gratos, el aroma del lugar era extraño, olía a tabaco añejo, a vejez solitaria, a experiencia y saberes, también a orfandad.
-Me gusta haberte encontrado- Dijo él casi susurrando…
-A mi también- Dijo ella apretando un beso…
- Aún no entiendo que fue lo que nos perdió..- Dijo él en un reclamo
-La prisa..- Dijo ella como acariciando la excusa…
- Cual prisa-
- La de amarnos sin tiempo ni tregua, la indisoluble manera de querer estar sin estar… en fin, que caso tiene ya…- Dijo ella mirando al hombre solitario…
- Aún me amas?- Dijo el atravesándole el alma…
- Siempre…- Dijo ella casi para si misma…
- ¿Entonces?, ¿Tu crees de verdad que nuestro amor se terminará así nada más, por que no estemos juntos?-
- No..-
- Entonces por que amarnos sin estar, cuando podríamos amarnos estando juntos-
- Porque no estábamos juntos, y porque… así debía ser…-
- ¿Según quien?,¿ el oráculo?- Dijo él con los años encima…
El hombre más cercano a ellos giró su cabeza para mirarles, detuvo su mirada en él por breves instantes, para parsimoniosamente pasar a los ojos de ella y con una leve inclinación de su cabeza, le sonrió… Ella sintió en esa mirada, un montón de cariños olvidados, un impulso de aferrarse a sus sueños y una fuerza inquebrantable que tenía días extrañando…
-Por que no podemos estar juntos…- Volvió a preguntar él
-Tu crees que sea posible con todo lo ya vivido?-
- Yo creo que nos amamos y bien vale la pena volver a comenzar…- Dijo él con los ojos infantiles.
- Y después?- Dijo ella sorbiendo su café ya frío…
- Después…vendremos a éste café y seremos la única pareja de ancianos besándose y comiendo del mismo pastel…- Dijo él con la sonrisa más tierna…
-Acepto..- dijo ella acercándole los labios…
Pidieron la cuenta mientras se murmuraban con caricias y sonrisas, retomando un aire nuevo y fortalecido, hasta que les interrumpió el mesero con una pequeña charolita y un papel que no tenía pinta de factura… en un retazo de papel amarillento, unas palabras con caligrafía perfecta se leían…

"Hace más de 45 años entré con la que fue el amor de mi vida, eran otros tiempos y el miedo nos venció…
Hoy hace 9 años que ella murió y no logro reponerme de no haber luchado por nuestro amor. Sean felices y punto
. "

Al tiempo que el mesero recogía los sobres de azúcar y les notificaba que la cuenta había sido pagada, él leía en voz alta el mensaje y le apretaba la mano en señal de promesa...
Entonces, ambos sintieron la fuerza suficiente para salir tomados de la mano a recuperarse…
cieloazzul.
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