sábado, agosto 2

Cecilia.


-Algún día deberás encontrar una novia- le dijo Cecilia al hombre con quien había compartido la mitad de su vida de mujer casada.
- No la necesito- respondió él con la convicción más tierna.
-Pero sucederá- Dijo Cecilia frunciendo la lagrima y escondiendo la colérica idea de perderle.
- Así estoy bien- respondió él como quien tira una burbuja de jabón al destino.
- Y yo me moriré de tristeza- Dijo Cecilia con una sonrisa llorona.
- Tú lo tienes a él- dijo él con un aire de reclamo inevitable.
- Y tu me tienes a mi- Dijo ella disculpando su pecado.
- Yo te amo-dijo él, rozándole el alma.
- Y yo a ti - dijo Cecilia sonriéndole a los ojos.

Habían pasado toda la vida amándose, aún sin conocerse. Tenían la firme creencia que en alguna otra vida ambos habían vivido un amor de historia. Quizá por eso llevaban tantos años brincando la suerte de dejarse y reencontrarse, habían probado toda suerte de olvidarse y terminaban siempre recordándose. Más veces habían tenido que culparse, que terminaban siempre perdonándose. Y así, el amor se les pegaba al cuerpo, a los sueños y a la realidad de estar sin estar.

- ¿Tu crees que algún día estaremos juntos para siempre?- Preguntó Cecilia una tarde de tantas en que se encontraban a tientas y con caricias.
- Si – respondió el con la mirada ausente.
- ¿Tu crees que podremos vivir juntos, después de vivir tantos años a pausas?- dijo Cecilia buscando el punto en el que él tenía perdida la mirada.
- No lo sé, en eso mismo pensaba- dijo él besándole los labios.
- Y no lo creo – Dijo Cecilia sentándose en el borde de la cama.
- ¿Tu que crees?- dijo él mientras le miraba la espalda.
- Que encontrarás una novia- dijo Cecilia con los ojos cerrados.

- Tal parece que eso quisieras- soltó él con media sonrisa.
- Y me muero de celos-respondió de tajo Cecilia como incendiada por dentro.
- Deja de pensar en eso, no ando buscando novia, y si sucede, pues sucederá-
- Mira tu que cabrón- soltó Cecilia creyendo firmemente la sentencia.
- ¿Que harías?- dijo él alargando el juego.
- Te mentaría la madre toda la vida- prometió Cecilia como quien jura un “para toda la vida” .

- ¿Y si tenemos un hijo?, yo quiero tener un hijo contigo- dijo él como quien escribe una carta a los reyes magos.
- ¿Para que quieres un hijo?-dijo ella como quien se atraganta con el viento .
- Para que si algún día nos dejamos, te quede un recuerdo mío- Dijo el otro tan fresco como el sereno.
- ¡Que huevos los tuyos! Y yo para que quiero un hijo sin padre?- respondió Cecilia retando la propuesta.
- Para que me recuerdes siempre- Dijo él con una sonrisa de héroe.

- Mejor tenemos al hijo y nos vamos a vivir lejos de aquí-dijo ella imaginándose en exilio.

- Cancún?- dijo él planeando la huida.

- Cancún no, allá está la lagartona que quiere contigo- Dijo Ella frunciendo la boca.

- Los cabos?- soltó el aventurero.

- Los cabos no, está muy lejos y es carísimo- respondió Cecilia con una sonrisa austera.

- La luna?- dijo él acariciándole la mano.

- Allá no, porque están tus papás y no me quieren por ser casada.- dijo Cecilia con nostalgia agridulce.

- Entonces nos quedamos aquí- dijo él atrapándola en un beso largo.
- Pero encontrarás una novia – dijo Cecilia mordiéndole los labios.

- Ya te encontré a ti, ¿Quieres ser mi novia?- dijo él como quien resucita a un muerto.
- Para siempre-
dijo ella con una sonrisa de novia eterna.
cieloazzul.
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