martes, mayo 1

Magda...


Magda.

Le faltaron cuatro letras a su nombre, y le sobraron otras cuatro para vivir de forma majestuosa.
Cuando bebé, nadie notó que su nombre fuera cojo como sus ojos, que de vez en cuando, se entrecerraban de forma caprichosa hasta vivir en un constante guiño coqueto que enamoraba a cualquiera.
Cuando creció, creció por todos lados menos por su nombre, su rostro se alargó hasta parecer una ráfaga de aire caribeño, sus senos se desparramaron de forma elíptica hasta parecer montes desolados, su cintura, se encogió grandemente formando un inmenso lago donde habitaban cisnes hermafroditas, y sus caderas, se desparramaron de manera obscena sobre unas nalgas redondas como huevos de dinosaurio.Todo le creció como crecen las raíces en el agua, menos su nombre que siguió siendo enano e incompleto. Así que, decidió buscar afanosamente en todos los recovecos donde se pudieran haber quedado perdidas las cuatro letras que le faltaban…
Y ahí fue, primero buscando en las aulas donde estudiaban letras y algoritmos, en los cuales únicamente encontró la mitad de una oración y dos ecuaciones inertes sin resultado correcto, medio orgasmo apresurado y una nota en rojo que le reprobó el intento, se fue entonces con un vestido de fiesta a buscar entre los pasillos de un hospital de urgencias, donde encontró gasas empapadas de ardores, batas blancas con sexos contagiados, seis orgasmos agonizando.
Desistió; intentó conformarse con su nombre cojo, con su identidad a medias, con un significado mutilado como su mirada nocturna.
Pero no se sentía plena, a ella le faltaba la mitad de si misma y buscaría hasta encontrarse…
Así que después de buscar, entre sábanas clandestinas, ojos extraviados, manos huérfanas y arrimones fantoches, decidió cambiar la estrategia, iría buscando letra por letra, deducía que cuatro letras no había sido fácil y quizá de una en una encontraría su otra mitad…
Así, despertó una mañana, decidió buscar en una Panadería, donde el aroma a leña le estremeció el instinto, buscó, entre la harina espolvoreada, entre la mantequilla afrodisíaca, entre los huevos, los huevos que son huevos y cuando estaba a punto de darse por vencida le salió de entre las piernas una P alta como sus tacones dorados y envejecida como su afán, con cara de culta y buena vida, así que se la guardó en el sostén y salió sin pagar la cuenta de su atragante, contempló la noche entera el pedacito de su mitad y se durmió contenta del encuentro.
Al siguiente día decidió seguir buscando, caminó calles y avenidas, se secó de sed y soledades tardías, se le agrietaron los pies de indiferencia y cuando encontró un parquecito llenito de risas invisibles se dejó columpiar por una letra que le hacía señas infantiles desde una colina rodeada de besos, una U le calmaba los desvelos, le acariciaba la cola mientras se dejaba mojar por la brisa fresca de una búsqueda fructífera y suculenta.
Esa noche durmió acompañada, del lado derecho tuvo un pedazo de su alma y del izquierdo un ojo de su origen, soñó con ángeles que le tocaban un arpa.
Tres días caminó sin resultado, cansada de buscar y hambrienta de respuestas entró a una tiendita de abarrotes pequeñita, buscó entre sus harapos una moneda para comprar una goma de mascar sabor a Uva y sacó sorprendida de entre sus retazos una T que le extendía un crédito ilimitado y acciones en la bolsa de valores, comió hasta sentir que las ropas le estorbaban, hasta sentir la digestión atravesada en la garganta, hasta eructar satisfecha por el banquete degustado.
Con la idea de seguir buscando la ultima letra de su origen, se propuso revisar los antecedentes familiares y la historia de cada pariente lejano y consanguíneo que pudiera ayudarla a apresurar el encuentro, entonces, se pintó los labios de rojo encendido y caminó a las oficinas del registro civil, ahí se encontró con un escribano con cara de amante caducado y sonrisa fallecida, con los dedos chuecos de aporrearse las ganas y una A que le marcaba el entrecejo y le endurecía el sexo añejo.
Ahí llegó Magda, con sus cuatro letras asignadas desde que nació y tres letras encontradas sin tiempo ni hora exacta a encontrarse con la alegría inmensa de hallar al causante de su vida coja y su nombre enano.
Encontrarlo ahí tras una muralla de sinrespuestas y con aquella ultima letra faltante pegada en aquella frente de abandono y esa culpa envejecida en su cara de Amante olvidado,que se le iluminó la vida a Magda, que de tanta alegría saltó sobre el escribano y lo desnudó de prisa, le arrancó la ultima letra de su nombre a mordiscos y gemidos; y una vez que la tuvo entre sus dientes lo obligó a que escribiera en una nueva acta de nacimiento el nombre que la haría de ahora en adelante la mujer majestuosa con que siempre soñó ser…
El escribano, exhausto y renovado escribió con letras de oro y tremendo orgullo
el nombre que ya no era cojo ni enano, sino todo lo contrario:
MAGDAPUTA.
Y Magdaputa, le agradeció con besos y un desayuno de caricias diarias por haberle guardado la ultima letra de su origen, el ultimo episodio de su peregrinar mutilado, la extensión de su nombre y el reencuentro con ella misma.
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