jueves, diciembre 20

Aurora...

Toda ella era una caricia al deseo, un pecado imposible y una prohibición latente en cada sentir, Aurora tenía en su andar de gata un rastro de lamento ahogado que la vestía de orgasmo de caramelo y antojo por sentir.
En su andar cotidiano se le resbalan todos los recuerdos, los abrazos y las despedidas obligadas que la vida arrastra, amores de todas edades le anidaban en el vientre y besos inventados le abrazaban soledades.
Un amor con todas sus letras le escurría por las tempestades hormonales y tantos más sentires le ahogaban aquel recuerdo con nombre largo y extranjero que le permanecía.
Cada Diciembre Aurora se disfrazaba de adviento y se permitía retornar al mismo escenario en que vivió la única noche buena que las tradiciones no cuentan, así, cada celebración le dejaba un sin fin de lagrimas ácidas y corrosivas.
La misma noche en que el mundo entero celebra el nacimiento del redentor, Aurora abrazaba con sus muslos la cadera de su salvador, pariendo entre gemidos y un compás musical el único amor al cual celebrar navidad tras navidad justo cuando el alba atravesaba su entrepierna con el cometa fulgurante del sexo de su redentor.
Entre paja y pesebre, un amor universal se arrullaba en un suspiro eterno, en una larga existencia moribunda como testimonio del verdadero amor que muere y resucita en cada evocación.
Aurora sabía que a pesar de los silencios y la locura de su sacrilegio no habría Navidad más sentida que la que el nacimiento de un amor santificado y pecador.
Como una virgen exiliada de su propio paraíso, como un mortal arrebatado por las penurias, ellos dos, Aurora y su redentor con nombre largo y extranjero se prometieron atravesar el desierto de sus soledades saltando sortilegios y relámpagos amenazantes, pidieron mil veces posada en los corazones huérfanos, bebieron lagrimas con sabor a imposibles, comieron de sueños mancos que les indigestaron la esperanza y se ofrecieron mustiamente al crepúsculo de la nochebuena con el frío de lo inevitable vistiéndoles el cuerpo y el fuego divino haciendo hoguera en sus sexos encontrados.
Un portal desvencijado con una sola ventana al patio trasero de un cementerio de cachivaches, un pesebre oxidado con rechinidos musicales, un frío colándose por las rendijas de lo precario, el hambre de todos los niños del mundo y la esperanza vestida de razones, una mula de papel maché y un gallo de barro despintado que no cantó tres veces ni una, un sequito de mortales transitando por el callejón de al lado y tres reyes magos extraviados en un bar de mala muerte fueron los únicos testigos y evidencias de la historia de éste invierno, en donde ellos dos, pintaron el horizonte del medio oriente de sus deseos, dejaron rastros espolvoreados en el silencio, se prolongaron en un oración sacrílega para celebrarse en presencia o en ausencia cada navidad ajena y propia y morir para siempre.
Aurora retiene aquella navidad única en su vida, la celebra en soledad con el recuerdo encendido, se arrodilla en señal de absoluta condena y se llora entera, sin su redentor de carne y su virginal promesa.


Feliz Navidad queridos amigos y amigas,
que éste nuevo 2008 nos replete de sentir, de amor, de bienestar y compañía!
Gracias por un año más en travesía y cariño.
Les quiero con todo mi corazón.
cieloazzul.
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lunes, noviembre 19

Tomasa...


Tomasa bailaba en una esquina del bar en el que creció.
El tiempo había borrado casi toda su historia de vida, serena y acongojada se dejaba llevar por el vaivén tembloroso de aquel hombre con quien bailaba desde que se había olvidado de sentir.
Ya no despertaba en los hombres ningún deseo, ni siquiera ella recordaba lo que significaba desear, desde la última vez que cumplió 35 años y la muerte le escupió a la cara una factura ensangrentada de reclamos.
Tenía entre sus recuerdos todos los besos y los orgasmos con su nombre, noches interminables con rostros ajados de hastío y abandono, su bolso guardaba entre brillos y labiales, papelitos de soledad compartida, horarios escalonados, nombres inventados, una promesa de ser mamá escrita en un sobre de azúcar dietética y una llave descolorida sin puerta que abrir.
Mientras la música añeja trastabillaba en sus ojos perdidos Tomasa repasaba su vida, su breve y larga vida, en donde los te quiero tenían doble sentido y las caricias cristales hirientes con cicatrices de recuerdo.
Su boca ya no recitaba gemidos, sus piernas ya no bailaban sobre las espaldas, sus ojos habían dejado de consolar desvelos, sus senos habían dejado de alimentar fantasías, sus mejillas ya no tenían el candor de las doncellas, su sexo ya no olía a manzana, ya no sabía a mujer.
Tomasa cierra los ojos mientras recuesta su cabeza en el hombre con quien ha bailado los últimos años en el mismo bar que la vio crecer, en el mismo rincón en que dejó de ser ella.
Tiene aprendido el sonsonete de la música y ya no necesita repetir entre dientes el estribillo…
“Nosotros que nos queremos tanto, debemos separarnos, no me preguntes más, no es falta de cariño, te quiero con el alma, te juro que te adoro y en nombre de este amor y por tu bien… te digo adiós…”
Su vida la abandona dejándole recuerdos incinerados a lagrima viva, ¿Cuanto es capaz el corazón de resistir los recuerdos sin perder la razón?...
La última vez que cumplió 35 se vistió de encajes negros, su piel despedía perfumes enamorados, sus ojos eran callejones para perderse y su sexo, poesía en rima.
Una secuencia de aromas la hace tropezar con el hombre con quien ha bailado los últimos años en el mismo bar que la vio crecer, mientras la melodía le sangra en la garganta, y los pies se le descomponen tratando de retomar un ritmo moribundo, no se disculpa ni se avergüenza, sigue el sonsonete musical que la lleva a revivir cada secuencia de su muerte viva, cada lagrima de amoniaco le consume el nombre y su historia, mientras las manos se le mojan de sudor adolescente y la espalda de aquel hombre le lanza fumarolas de virilidad mundana…
Un charco de sangre le hierve en la boca del estómago, un cuerpo tendido con los ojos entre abiertos le oscurece el ambiente, la peste a tabaco le obstruye los pulmones, la respiración se le alarga, se le extingue…la melodía ha vuelto a comenzar y el vaivén retoma su majestuoso estribillo, un disparo le retumba en la cabeza, una bala extraviada se le aloja en el sexo viudo, gritos, confusión, un ultimo beso que le arrebata la vida, un festín de sinrazones le sentencia una despedida enmudecida, luces percudidas le ciegan la consciencia,le arrebatan la cordura, más gritos, más sangre, la muerte se pavonea en minifalda y escote indecente, ebria y desparpajada equivocó el blanco de sus celos, el disparo le atravesó el cuello, le reventó el estribillo compartido, el olor a manzana se volvió de pólvora, el día que Tomasa cumplía 35 sería el ultimo que su cuerpo vendería. Se lo había prometido a ella misma.
Celebraba, se restregaba en todos los machos calientes, se desprendía de ella para existirse en ellos, los hombres, todos suyos y ella de ninguno.
Tomasa sigue bailando con el hombre con quien ha bailado los últimos años en el mismo bar que la vio crecer, se vuelve pequeñita balbuceando reclamos inocentes, se deja apretar contra un sexo que le atraviesa el ritmo, mientras recuerda el ultimo día que cumplió 35 y la vida le asesinó los sueños.
Un relámpago en sus recuerdos le devuelve el estribillo de la melodía añeja, besos alcoholizados le recorrían el escote, su cabello espeso hacía cascada sobre su espalda que hacía un arco resbaladilla, toda ella sería señora cuando tuviera 35 cumplidos, entonces tendría un hijo, pondría una casa con ventanas y visillos, tendría un canario y dos jilgueros y una cama de sábanas blancas.
La muerte celosa y atiborrada de odios, vestía minifalda, guardaba entre sus miserias un revolver percudido, ebria de placeres y desdenes disparó a quemarropa a Tomasa que se abría completa a las caricias ya pagadas, la bala se desperdigó en la niebla de deseos, encontró el cuello del amante asesinado, le reventó los acordes y le desplomó los sueños.
Tomasa siguió bailando, desde entonces, en el mismo rincón del bar que la vio crecer, con el mismo hombre que le mataron sin permiso, sin que nadie la interrumpa se contonea y se despide, no cierra los ojos para no perder el estribillo, nadie la observa, nadie la compadece...
a Tomasa la puta muerte le debe disculpas,
y el mundo entero,
respeto a su locura.

cieloazzul.
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domingo, noviembre 11

La niña de mis ojos...


Antes de que nacieras,
una constelación de estrellas
formaba tu nombre,
y todos los dones
esperaban vestirte,
niña mía.


Ella se formó en el vientre de su madre el mismo instante en que una suplica sacudió al cielo: “Permíteme ser mamá, dame a esa niña que tanto deseo, concédeme el Don de la maternidad, Dios mío…” y en ese momento, una luz resplandeciente iluminó su interior, unos pies descalzos elevados del suelo, un aroma a flores y madera, una mano que se acercaba a su cabeza postrada en oración le impidieron alzar la cabeza para mirar, se limitó a sentir en medio del asombro de quienes vivían un testimonio de amor y fe.
Después de haber perdido un embarazo en condiciones casi mortales, los que serían sus padres se habían cobijado en un grupo de oración con la única intención de encontrar paz y aceptación ante lo inexplicable.
Durante una oración comunitaria, en que cerca de 16 personas se encontraban tomadas de la mano formando un círculo y oraban con los ojos cerrados, sucedió, del lado derecho apretaba su mano el futuro padre conmovido, del lado izquierdo, la que sería la abuela paterna.
Cuando la madre terminó su suplica envuelta en llanto, se desvaneció, quienes estaban ahí, aseguran que el ambiente se llenó de perfume y la madre lucía un semblante rozagante y sonriente.
Como si se hubiese tratado de un milagro.
Fue una tarde de Febrero, en que el cielo estaba diáfano y tibio que su madre se quedó dormida entre prados verdes y cantos de jilgueros, se trataba de la ultima sesión de aquellos talleres de oración y mientras el resto de los participantes se entregaban a oraciones y meditaciones profundas, la madre se acomodó a dormir placidamente hasta que hubo que despertarla. Durante ese sueño placentero ella pudo ver a una niña de cabellos brillantes danzar entre flores blancas, descalza y con los ojos redondos y profundos.
Al despertar, no le quedaba ninguna duda.
Estaba embarazada.
Tres meses antes, había estado al borde de la muerte, un paro respiratorio, una hemorragia interna, un embarazo extrauterino, una herida que le cruzaba de norte a sur el vientre con 30 puntadas, cuidados extremos y una consigna determinante: “ No embarazo por el momento, debes recuperarte, lo que has tenido no fue nada sencillo, perdiste mucha sangre, algunos de tus órganos están lastimados por el contacto con la sangre, la cirugía no ha sido sencilla, recuerda, te hemos extirpado un ovario y una trompa, hay que darle tiempo a la matriz de recuperarse”…
Pero como cumplir con 22 años encima y el cuerpo desquiciado…
Una sola vez se le burló a la orden, una sola! Y fue el 5 de Febrero.
A partir de ahí, la vida se hizo maravillosa, ella crecía al mismo paso que la barriga de la madre, mientras que el padre y todo cercano masculino se peleaban por elegir el nombre, el deporte en el que destacaría, la de mujeres que tendría, lo guapo que sería, por que para todos , ese bebé tendría que ser varón.
Y nació, entre la algarabía de las apuestas:
“tendrá mis ojos, decía el tío, nada de eso! Tendrá los míos decía el otro tío, pero se llamará como yo! sentenciaba el abuelo paterno, será tan galán como yo, se pavoneaba el abuelo materno, y la madre pujaba con la sonrisa congelada, y la abuela materna escondía entre sus manos aquellos primeros aretes de la madre, y la abuela paterna bajaba a todos los santos entre rezos interrumpidos y la tía paseaba por los pasillos estrenando una cámara de video adquirida especialmente para la ocasión, y el hospital se llenaba de rumores, y el padre se vestía de azul como los médicos y la madre pujaba sin descanso, y los ángeles jugaban haciendo rondas…
-“ si es niño, por que será niño, me regalas un rolex? ”- dijo el padre para no desmayarse cuando una aguja gorda le atravesaba la espina dorsal a la madre…
- “Si es niña, por que será niña, me regalas ese collar de perlas que tanto quiero”?- Dijo la madre apretando los dientes.
Y el tiempo se detuvo, un llanto musical se presentó con olor a canela, dos ojos despiertos como luceros nocturnos, manitas extendidas que antojaban remanso y toda ella con ese perfume de amor que inmortaliza los instantes.
Es niña!!!! Es niña!!!!
Gritaron los médicos mientras uno miraba la hora:
01:22 del 11 de Noviembre de 1993.
Otro médico la pasaba a los brazos del padre que lloraba de emoción e inexperiencia, otro más trataba de aplicar dosis extras de sedantes a la madre que extendía sus besos hasta aquella pequeña que le traía además de una promesa del cielo, un collar de perlas y una vida repleta de caricias y realidades.
Y a partir de ese instante toda ella se dedicó a crecer y amar.
Bajo sus cabellos oscuros traía esperanzas para dos familias que habían de unirse para quererla como se le quiere a un milagro.
Tras su sonrisa traviesa, se desparramaba toda la seducción de la luna, entre sus pies regordetes el confort que antojan los prados en primavera, de sus brazos rosados, tres pliegues formaban ríos de gratitud a la vida, de su ombligo florecía una herencia que le alargaría el nombre y la historia.
Creció como crecen las flores en el desierto, firme, templada, seductora, repleta de besos y bendiciones inéditas, creció como crece una mujer de fuerza inmensa, de espíritu soñador y sonrisa bandida, creció como crecen las azucenas de mayo, se alargó etérea hasta los afectos perdidos, se transformó completa en mujer con rostro de niña y se consagró princesa de un cuento que antoja a soñar con los ojos abiertos.
Se convirtió en caricia que duerme entre remansos, se vistió de fuerza para amainar tormentas, se lustró el corazón para consolar los miedos y se hizo lucero que alumbra mi existencia.
Se vuelve luna llena, menguante y enamorada, se disfraza de sol con gafas rosadas, se eleva como tornado cuando de un capricho se columpia y se derrite entre mimos cuando ha de conseguir algo.
Se alimenta de vida, se baña entre ninfas, se duerme entre ángeles y despierta entre pétalos de rosas.
Seguirá creciendo, consumando amores y entregas, seguirá viviendo alcanzando su magia.
Y con el milagro de su llegada, cubrirá los años que papá y mamá le aguardan.
Se hará de antojos, se dibujará entre brillitos y esencias perfumadas, se peinará las pestañas con amores azzules y se volverá festín cuando la música la alcance, se prolongará eterna hasta las madrugadas y será la musa de cupido en cada morada.
Que Dios te guarde y cuide siempre niña de mis ojos.

Mi niña hermosa
me convierte en soberana.
Me vuelve sensata,
mujer enamorada,
lagrima sonriente
fuerza para el mañana.
Te amo mi amor.
Feliz cumpleaños, Princesa.
Mamá.
cieloazzul.
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lunes, octubre 1

Yolanda...


Yolanda tenía la dulzura de los atardeceres bisiestos, la voz de canario herido y los ojos del color del mar muerto, sonreía y toda ella quedaba convertida en un festín de antojos indecentes que hasta al mismo diablo conmovía, tenía para los casos de urgencia un repertorio sagrado de decretos que habría de tejer en las noches de soledades agrias para no sentirse más invadida que un sol eclipsado por tormentas…

Yolanda creció como crecen las flores silvestres, sin gobierno ni feudales, sin demora y con arrojo… con sus decretos de sentencia y sus dotes de despilfarro…
No fue hasta que cumplió más de 30 años que hubo de experimentar toda suerte de transformaciones amargas, sentencias mudas que la arropaban sin piedad y deseos mundanos que la condenaban irremediablemente a una vida repleta de excusas y escondites…

Las noches entonces comenzaron a ser de día y los días oscuros con una luna flaca y sin color, las tardes no existían como tampoco los retozos vespertinos que habrían de anunciar lo prohibido por carecer de permiso.
Y Yolanda se hacía presa de sus prohibiciones, gota de sus deseos y silencio de sus reclamos.

La vida de casada le sentaba bien a pesar de que los años compartidos se habían convertido en un cuadro al óleo con matices tristes, un estribillo desentonado en las noches de roces mansos y uno que otro beso despistado para celebraciones alternadas. Así se le iba la vida, repartida en dos vidas que la terminarían partiendo por mitad.

Y es que Yolanda mucho antes de saberlo, amó intensamente hasta la locura, hasta perder conciencia de lo habido y olvidado, hasta perderse entre besos inventados y palabras secuestradas, hasta el desvarío…
Fue justo en uno de esos años bisiestos que Yolanda encontró la fractura de su identidad, justo cuando volvía de sus tareas cotidianas sumergida en uno de esos ataques de búsqueda atrincherada cuando al subir al autobús se topó con el hombre que habría de voltearle los demonios y los ojos.

La excusa la dio el calor que se agolpa en los sitios abarrotados de emociones, el ambiente empañado de tantas urgencias agotadas y una sonrisa limpia y solitaria que la encontró justo cuando Yolanda sorteaba de antojo en antojo su trayecto.
Fue inmediato el temblor que la sacudió de lado a lado así como inmediata la sonrisa que se le quedó pegada en el medio de las piernas de la emoción estrenada, Yolanda por primera vez, experimentaba un amor a primera vista y una aventura para morirse cada día de arrepentido amor.

No fue fácil la vida de Yolanda a partir de entonces, como tampoco fue fácil recorrer los trayectos pronunciando los te quiero con los ojos, más difícil fue inventarse nombres cojos para no confundir las manzanas con los besos y la sopa con el sexo.

Todo habría seguido siendo caricia desentonada de no ser por que el amor se le trepó hasta la cabeza y comenzó a tener pesadillas y hablar al revés. Confundía los sies con los noes y lo prohibido con lo permitido, con facilidad pasaba de la risa al llanto y de tener hambre a inanición…
A veces andaba desnuda y se miraba al espejo tratando de planchar las arrugas de una seda inexistente, otras salía al mercado con un pijama descolorido y contoneándose como si en una pasarela danzara… Yolanda se olvidaba de si misma y se pronunciaba en aquel amor que sólo en los trayectos del autobús le pertenecía y en el otro que la despertaba con obligadas querencias cotidianas. Loca enloquecida transitaba por la vida con todo y sus decretos, loca y sentenciada se consumía en aquella vida que la repartía. Loca y disfrazada se confundía con ella misma y sus amores desvariados.

Amaba a su marido como se ama el recuerdo de la primera sonrisa, pero amaba también a ese hombre del autobús sin nombre como se ama al futuro que se dibuja de presentes.

Decidió entonces quedarse loca con sus dos vidas, amando los ojos de aquel en las manos de éste, besando la boca de éste pensando en el sexo de aquel, llamando al primero con besos y al segundo también, entregándose a su suerte con decretos y demonios de dos en dos, desnudándose en las noches de aquellos ojos sonrientes de amor inventado para vestirse de un cuerpo que se le enroscaba añejo en cada embestida de su otro amor.

Yolanda loca despierta,
decreta y sentencia sin razón,
Yolanda tiene dos vidas,
Y en las dos, sufre de amor.
cieloazzul.
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sábado, septiembre 1

Mónica...


Mónica nació con sentencias gloriosas, con un cuerpo poseído por demonios angelicales y un catálogo de palabras extranjeras que le llenaban el pecho de antojos ancestrales…

Y allá iba ella por sus andares despotricando encantos que habrían de ir condenando al nuevo pueblo que estrenaría su infierno.

No fue difícil acomodar por colonias a cada nuevo conquistado, había de todo para formar a su nuevo gremio, y sin recato alguno, Mónica daba a cada nuevo habitante un condominio recién amueblado para su futura vida muerta.

Estaban en el Sur, los amantes recatados, los que vestían de mustios y se lavaban las manos antes de desnudarse, pedían permiso para embestirla y una vez poseídos por su encanto, se volvían demonios pequeñitos, con espasmos de arrepentimiento y convulsiones de excusas, eso si, amantes apenas vigorosos y con aroma a desidia.

Los del Norte eran menos risueños, usaban gafas de intelectuales y generalmente traían un libro bajo el pantalón, fumaban puro con olor a vainilla y usaban zapatos gastados de inventos. Amantes quietos y didácticos, con tiza de yeso y mapamundi caduco, repletos de complejos y manuales de cortejo, con apenas las ganas de estirar el cuerpo y sin mucho dulce para empalagar el cuerpo, esos, amantes proverbios, morían largamente entre lamentos.

Para el Este había que poblar la fiesta, aquellos amantes que se antojan siempre, que saben de tantra, de cuentos eróticos, de Dioses exiliados y se despachan las artes de amar en secreto, esos amantes perfectos, que regalan flores y escriben versos, que son caricia en el sexo y se prolongan en besos, que te embisten sin quitar las ropas y arrinconan el cuerpo en pasadizos secretos.
Que huelen a lavanda y dejan rastro perfumado, amantes escasos, sin nombre ni tiempo, que hacen del sexo pecado contento, que por ser tan pocos con tres, Mónica poblaría su infierno.

Para el Oeste tenía que estar el verdadero tiento, el pecado indecente, el secreto funesto, el habitante eterno, el intruso suculento, un solo habitante tendría que poblarle entero, no faltaría más, con un hombre de esos, Mónica tendría un infierno perfecto, buscó, buscó entre los miles de amantes con ojos certeros, encontró de todo pero ninguno completo, al que no le faltaba el beso, le sobraba el rabo contento, al que le sobraba el euro y le faltaba el imperio, al que le rebosaba el verso y se le enredaba el cerebro, el que acariciaba soberbio y se le moría el cuerpo en el primer intento, el que pensaba que la corbata sólo servía para adornarle el supuesto y el que la cama le parecía un tentador reposo para después del gesto.

Mónica se desvaneció en su intento, su infierno no podría estar completo, no habría sueño cumplido ni embrujo perfecto, decidió entonces, postergar su intento, aguardar serena al habitante perfecto, se consagraría de monja, de esposa in-satisfecha, de madre abnegada, de amiga secreta, de puta católica y hechicera perpetua.
cieloazzul.
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jueves, agosto 16

Greis...



Para tí,hermana mía.

Te quiero mucho.

Cuando ella supo que estaba embarazada no le importó más la ausencia del amor, resignada a una búsqueda perpetua , pasó su vida con la aventura como amiga y el silencio como amante…
No volvió a desnudarse ni siquiera para dormir y cuidó de su cuerpo como nunca antes lo previno, dormía con la soltura del antojo y el insomnio de ladrón…
Tuvo tiempo suficiente para guardarse entera, para construirse una vida nueva y borrar minuto a minuto toda señal de un pasado sentenciado al exilio y la ausencia…
Se consagró a un santo sin nombre y dedicó cada madrugada a borrar de atrás para adelante la ocasión de su ahora.
Había mucho que levantar de entre los escombros de sus pesares, mucho que incinerar y mucho más que descubrir, así que sin el menor temor se enfrentó a todo aquel mundo que le había cobrado facturas sin disfrute.
Comenzó por el lunes, los lunes tenían aquel sórdido lamento del desvelo, mañanas perezosas y tardes extemporáneas, noches prematuras y pocas sonrisas, pero también tenían besos nuevos, caricias inéditas y un orgasmo de onomástico.
Los martes eran de sentencias, de duelos, de entierros, los martes llovía, y también sus madrugadas eran inclementes, la luna se olvidaba de salir a tiempo y por más que buscó entre sus escombros no encontró más que aquel gorrión que nació ese día como festejo.
Los miércoles eran la mitad de sus recuerdos, como igual era la mitad de su día, de su vida y sus miserias, el miércoles tenía sonrisa de medio lado, mañanas cálidas y tardes frías, mitad de alegrías, mitad pesadillas, Miércoles tenía tantas letras como pesares y tantos pesares como esperanzas… un guiño de pergamino, una manzana jugosa, un despertar perfumado y un hasta mañana sin cumplir, pero la balanza le favorecía, era el miércoles la mitad de su recuento.
Los jueves le hacían tributo a la pereza, les había tomado cierto desprecio por tener un nombre tan simple, los jueves tienen el entrecejo fruncido, los zapatos sucios, las uñas llenas de piel rasgada, gripa crónica y tos tísica, ansias por dormir y poco dinero en los bolsillos, hambre de delito y besos delincuentes, un solo jueves se guarda para ella misma, y fue el día que supo que en su vientre nacería una semana entera de besos y vida nueva, así que reconsideró su apatía y le colgó al jueves el sol más guapo, las estrellas más sonrientes y una luna con vestido de princesa.
El viernes tenía sonrisa de niño, pantalones cortos y una mochila con tesoros en su espalda, caminos largos sin destino ni morada y un pasaporte de inmunidad diplomática, para los viernes había madrugadas breves, tardes de tequila, nieve de sabores y poesía analfabeta. Dos caricias virginales, cincos dedos para cada seno, dos lenguas en cortejo indecente y sudor perfumado a primavera exiliada. Viernes tenía los ojos pardos, la aventura en el sexo y el festín en sus zapatos de charol.
Sábado le era confidente, no había sábado idéntico, no conocía el color de su piel, ni su fecha de cumpleaños, pero le tenía especial cariño por tener un nombre tan feo.
A Sábado le contaba de sus tardes, le dedicaba sus mañanas, le cantaba canciones y le cepillaba los rizos con recuerdos inventados… Sábado tenía lugar en su cama, en su armario, en la receta del caldo de pollo y en el álbum de fotografías vacío, sábado estaba en el botón de su abrigo, en el bostezo de media tarde, en su ombligo y en el beso que le abrió las ganas que son sus piernas, le cerró la boca que es su corazón, le deslumbró los ojos que es su ánimo y le bautizó con aire, que es su anhelo.
Domingo se le escondió completo, tuvo que cerrar los ojos para recordar su tamaño, a veces era tan pequeñito que se podía medir con lo que dura la misa, a veces tan alto que se podía confundir con la araucaria que le crecía por dentro, a veces tan guapo que podía vestirse de corbata de seda y otras tan insípido que podía dormirse entre los trastos con un pijama sin color ni felpa.
Domingo tenía la cartera vacía, los zapatos sin suela, el desvelo en los ojos y las ganas trasquiladas, de vez en cuando domingo secuestraba uno que otro sueño y se dejaba consentir con arrogantes promesas, Domingo tenía nombre de verso, humor paternal, paseos inventados y un apellido que había que honrar con visitas corteses. Domingo escondía entre sus secretos, despedidas que navegaban sobre sueños marineros, adioses montados en carrocería brillante, orgasmos inolvidables, alquileres breves, dudas y decisiones, tres amores para sortear, desvelos compartidos y una piedra enmohecida de regalo.
Cuando ella terminó de demoler y reconstruir sus recuerdos , un escalofrío le recorrió completa, el vientre se le volvió aquella piedra, y por entre las piernas le resbaló el ultimo río de lágrimas y sinrazón, un sudor le mojó los ojos y un dolor intenso vuelto tornado se llevó de un soplo toda deuda pendiente, tomó el ultimo respiro que Domingo le debía y soplo al recuerdo para recibir el presente….
Un llanto agudo le trajo un Lunes nuevo,
unos ojos claros martes para estrenar,
una sonrisa sin dientes, miércoles sin mitad,
unas mejillas rosadas, jueves para querer,
olor a milagro, viernes para conquistar,
un cuerpecito perfecto, sábados para arrullar,
y una niña color de rosa, domingos para consagrar.

cieloazzul.
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miércoles, agosto 1

Micaela...




A Micaela el amor se le cedió completo…
Sabia entre las sabias aprendió de sus manos las caricias más infames y de su lengua el alivio más certero…
Y no por ser soltera entre las vírgenes se detuvo a llorarse entera, porque para Micaela el amor no era tener otro en la cama, ni en la silla de enfrente, ni tampoco con quien pelear el gasto de la casa, ni el permiso para el beso… para ella, el amor se guardaba entre el pecho y la entrepierna, para donarlo con sosiego al necesitado…
Y allá iba ella con su maletita de ungüentos a sanar al enfermo y a resucitar al muerto , con sus piernas agrias y sus caderas de fuego, abriéndose paso entre los mercaderes del pueblo que al verla corrían para no ser demonios de su huerto…
En uno de esos caminos cotidianos, se encontró con el Abuelo Agustín, que se había muerto tres años antes por puro capricho de anciano puberto, y encerrado entre lamentos y oscuros reclamos, el abuelo se dejaba crecer las barbas, las uñas y el sexo, mientras las moscas le zumbaban y el olor a muerte se moría de ocio…
Micaela entonces, llegaba con su aroma de virgen y su conjuro de puta a rematar al Viejo sin retoque ni mortaja.

Se sentaba al pie de la cama y abriendo un poco las piernas comenzaba con su alivio…

-Hoy vengo a contarte del huerto de las espigas, donde hay un nido de pajaritos que ya ni pían…donde el arroyo se ha secado y apesta a caca de humano…donde las piedras tienen flores y las flores piedras encima, donde mataron al Patrón por andarse cogiendo a las sirvientas y por donde los rufianes beben hasta matarse entre ellos…Vengo a contarte de la huerta de las espigas, donde una vez te encontré desnudo, con tu pilín bien duro y tus ojos de cabrón arrepentido, donde te perdoné tres veces, las mismas que me engañaste, y las mismas que no te dejé que me miraras desnuda… por eso le lloro al arroyo seco y a las piedras sin flores, por que cuando allá te encontré desnudo me tapé con el agua y me hice un vestido de piedras, y los pajaritos cantaban mientras tu gemías, y las flores se me metían a los ojos y tu me las ponías de sombrero y después con ellas te adornaba tu pilin chiquito y tu te reías como un relámpago furioso…-


Y mientras Micaela contaba su remedio, el Abuelo Agustín abría los ojos y las manos, balbuceaba ahogado en rabia y se empapaba en sudor que mojaba sus ojos…

Micaela entre respingo y respingo pronunciaba un ave maría incompleto… y llamaba a la muerte con su voz de meretriz resignada para que acudiera miserable a darle el último retoque al fallecido.

-Espera Agustín, aún no es hora, no te sueltes de la baranda que te aferras, por que aún no sabes que la huerta de las espigas no fue tu única cama conmigo, por que antes que te largues a morir completo tengo que contarte, que en el arroyo que me tapaba desnuda y en las piedras que me vestían mientras tu te vaciabas en mis entrañas, se ahogó el amor que una vez te di completo, enterré al hijo que nunca quisiste y me morí tres veces, las mismas que me engañaste y las mismas que nunca dejé que me miraras desnuda…por eso ahora que te he visto morir las mismas veces, es que vengo a darte mis ungüentos, mientras te resucito con mieles y te mueres de arrepentimientos, mientras me cobro un poquito de tu malsano adviento, mientras te espera el infierno y a mi el perdón eterno… mientras te mueres y muero… de una vez completa y entonces si…
Pondremos nuestra casa en el huerto,
el arroyo nos mojará los cuerpos,
Tendremos a nuestro hijo muerto,
Y no habrá tres veces en que me claves tu puñal certero…
Ni agonía más triste, que éste...
Tu último entierro.-



cieloazzul.
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jueves, julio 5

Consuelo...



Para Consuelo el amor se disfrazaba de noche y día, no había en el horario terrenal una hora precisa para dejarse invadir por los deseos puritanos que siempre terminan en obscenas manifestaciones escandalosas, para ella, el mismo placer que le daba rascarse la punta de la nariz entre segundo y segundo se lo daba el frotar sus piernas una con otra mientras viajaba en el autobús repleto de olores…
Toda ella era un suceso de desenfreno, hablaba con los ojos, miraba con la boca, escuchaba con la entrepierna y se entregaba con los oídos, así y sin el menor recato, Consuelo se repartía entre cuadra y cuadra a merced de sus antojos…
No había catálogo de caricias mejor cotizado que el que ella ofrecía gratuitamente a cualquier cristiano y hereje, ella; por el simple hecho de sentir sus placeres era capaz de volverse tormenta y sosiego, confidente y verdugo, sentencia y perdón.
Y se repartía en milésimas partículas que se le desprendían cada día que había que gastarse las ganas, se borraba un pedacito de ella misma cada ocasión que sus caricias se restaban de su piel para sumarse a las de aquellos pellejos de ganas que se le frotaban por su templada carne…
Consuelo habitaba en cada barra de cantina solitaria, en cada sábana de lecho clandestino, en aquel lamento del jazz de madrugada, en la espuma de la cerveza tibia de tanta espera, en las lagrimas del muerto e incluso se le veía rubia y despampanante en los altares con santos, Consuelo siempre estaba oportunamente en cada deseo y en cada pecado con su vértigo cortesano y su liguero de puta.
Todos los atardeceres le pertenecían, todas las madrugadas tenían su nombre y cada funeral de un vivo se presentaba de negro sensual para repartir deseos desenfrenados y hormigueos en las extremidades, solo por ser ella, Consuelo.
Pero la sentencia de su bautizo le cobraba cada día un deseo nuevo, no bastaba ser ella compañera de cada desasosiego, para ella no había más de lo que ella misma era, por más que se abrazara con fuerzas, por mas que se besara a través de los reflejos de su vitrina carcelaria, ella era para todos pero nunca para ella misma…
Y así se le fue borrando la vida, se fue desmoronando de beso en beso, de caricia en caricia, de orgasmo en orgasmo, hasta quedarse sin ella misma, sin sus ojos que hablaban, sin su boca que miraba, sin su entrepierna comprensiva y sus oídos prostitutos...
Toda ella se quedo sin nombre, sin deseos que saciar, sin pecado que perdonar…
Hasta que un buen día que no quedó más nadie que necesitara de su perfume y cercanía se envolvió entre hilazas, se hilvanó en puntadas largas, se confeccionó un ataúd repleto de flores y se murió de muerte…
Para re-encontrarse….


cieloazzul
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jueves, junio 14

Renata

Imagen: Mi dulce rosa.John Waterhouse
Renata...
De aquella vida que le había tocado nada resultaba tan suficiente como para resistir...
Desde niña la instrucción por servir en cuerpo y alma a quien resultara su señor, le habían sido inculcadas aún en ayunos y tempestades...
No era cuestión de santidad, sino de vivir el género en toda su extensión.
De no haber sido por aquel pecado que la mantuvo viva, no habría soportado cada noche de uso cotidiano, la respiración robándole el ultimo hilo de aire y el peso sobrio de aquel cuerpo que a embestidas rítmicas firmaba con gotas sudorosas el honor del apellido.
Para después, con obstinación escrupulosa, guardar entre su febril urgencia aquel amasijo de odios y añoranzas recorriéndole las entrañas...
Del pecado se sabe apenas nada...sólo lo que aquel rosal guarda entre sus espinas...
Lo cierto es que a cada encuentro clandestino, ella enjuagaba sus culpas sobre los fluidos cristalinos que le eran concedidos...por cada goce, una semilla era sembrada en el muro aquel que le sostenía el gemido.
Para cuando fue suficiente y la luna les volteo la espalda, aquel portador de rosas en semillas no apareció jamás... lo único que por compasión crecía, era recurrir, después de cada servicio obligado, a morder el aroma de cada recuerdo, sangrar el alma con la espina de aquellos placeres y volver a su palacio de diamantes falsos, con las piernas temblando y un pequeño río de lagrimas escurriéndole por la entrepierna....

cieloazzul
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viernes, junio 1

Margarita


imagen:Claus Wickrauh.
MARGARITA...

Margarita tenía las caderas de fuego, un rostro angelical y los cabellos como cascada en furia, inteligente y casta, vivió esperando encontrar su destino al lado de un hombre que no sólo fuera guapo, sino con suficiente soporte económico y una carrera en ascenso.
Encontró su sueño justo cuando conoció a David, el mayor de 5 hermanos y primogénito de una de las familias de mas abolengo en el sur.
Se casaron como Dios manda, ella en su manto albo y blanco; él con un sobrio frac antiguo.La noche de bodas fue protocolaria, debido a la ingenua potestad que ella sugería a su ahora marido, 10 años mayor que ella y con una vida anterior sin reservas.
Margarita, pronto quedó en cinta, feliz como toda mujer realizada, vivió la transformación de ese cuerpo de porcelana y disfrutó ver crecer su anatomía empapada de la cursilería maternal, mientras tanto, David, disfrutaba de la perfección hogareña, siempre todo en orden; con la perfumada presencia de su mujer, no se preocupó nunca por cerciorarse si el bebe en camino era producto de una noche apasionada con orgasmos jocosos, o un hasta mañana legítimo de todo recién casado.
Durante los siguientes 5 años, Margarita vio su cuerpo transformarse, por aquí su vientre se contraía, que al paso de unos meses comenzaba nuevamente a elevarse, entregada hasta el cuello a la maternidad, a la monotonía de los biberones y los lienzos, Margarita creyó que el matrimonio tenía al sexo como ingrediente inminente para formar la familia.
Por su parte, David no perdió experiencia, no le faltó una caricia clandestina, un carmín sobre los labios, una excusa laboral perfecta para despertar en madrugadas ajenas.
Margarita cumplió los 30 años envuelta en una soledad abismal y contradictoria, con cuatro almas rodeando su tiempo y un esposo perfecto que respetaba el cansancio con singular honor, se limitó a verse tras el reflejo del espejo y realizarse pasmadamente bajo la sentencia del deseo añorado.No quedaba tiempo para un descanso, desde que Margarita despertaba para besar tímidamente los labios de su esposo, ya había obligaciones retrasadas, el desayuno a tiempo, la correspondencia en orden, la casa en funciones, el promotorado de la iglesia, la visita a los ancianos, recoger a los niños del colegio y servir la comida con parsimonia y paciencia, esperar a su esposo a comer y contemplarlo mientras él hablaba sin respiro de los nuevos proyectos políticos, por la tarde, apenas el reloj daba 4 campanadas, Margarita corría de un lado a otro, clases de violín, clases de gimnasia, la doctrina, el pan recién hecho a las 15 menos 7, la cena, las pijamas, la oración del ángel de la guarda, el cuento de la " vieja maga", el té para el sueño placentero de David, y una rosca de azúcar para ella, que mordía con calma, con tiempo, sola , sobre la mesa desordenada.
Cualquier mañana podía ser la misma, Margarita apenas disponía de 15 minutos para enfundarse en sus atuendos de algodón colorido, torcerse las pestañas con la misma cuchara con que endulzaba el té de su esposo, y perfumarse el cuello con la impaciencia del caldo para la comida.
Una mañana de tantas, Margarita se encontró con la despensa incompleta, requería de orégano y azafrán para el menú inventado, sin quitarse el pequeño delantal, se dirigió al almacén mas próximo; entró en él, tomó una canasta maltrecha y se sirvió de tantas especias como consideró.
Llegó al pequeño mostrador en una esquina, aguardó unos segundos pues no había nadie que le pesara la compra, al no obtener respuesta, golpeó la madera con el puño impaciente al tiempo que decía con voz firme..
- ¿ hay alguien aquí?-Apareció Ramiro, joven de cabello color canela, ojos risueños, mordiendo nueces con los dientes.
Margarita se sintió avergonzada por su actitud prepotente y se disculpó con un
-!hola!- sonriente.
Ramiro, saludó con simpatía, tomó la mercancía encimada en la canasta, con delicada calma, pesó, uno por uno los ingredientes seleccionados; Margarita experimentaba al paso, una sensación conmovedora, mirar la ternura con que ese hombre tomaba en un puño cada frágil hoja perfumada, la acomodaba con caricias inmediatas para volverlas a poner sobre una pequeña bolsa de papel ruidosa, la tenían absorta, no pudo evitar sentir sus ojos llenarse de lágrimas.
Durante los siguientes días, Margarita no recurrió a la despensa prevista, inventó todo tipo de comidas con diferentes especias, sin siquiera tener los caldos listos, se alisaba el cabello y después de dejar a los niños en el colegio, pasaba al almacén para surtirse repetidas veces de los mismos aromas.
Justo cuando metía sus manos en el costal del anís en polvo, Margarita sintió la presencia de Ramiro por detrás, un tanto inquieta se apresuró a servirse dos puños mas, Ramiro, puso su mano sobre la de ella, en movimientos de compás, pusieron en el canasto 10 puños, pasaron a las ciruelas pasas, con la mano de Ramiro sobre la suya, 5 puños, sobre la canela, 3 rollitos, la mano de ese hombre la tenía alegóricamente atada, a pesar de que en cualquier momento podría entrar alguien al almacén, Margarita se dejó cubrir la mano por una piel mercenaria, la espalda por una respiración serena, el cuello por un silbido húmedo cortante.
Pasaron a la trastienda, Margarita con los cabellos revueltos y la canasta en medio de las manos, Ramiro, con la respiración perfumada y las manos ágiles, bajó una cortina, le besó el cuello, le desabotonó la blusa, le comió los pechos, la desvistió completa.
Margarita, no soltó la canasta, cerro los ojos; se adormeció el olfato con la mezcla de olores, se mordió los labios rezando un ave maría.
La recostó sobre los sacos ásperos de especias frescas, le ató las manos hacia unas pequeñas argollas que colgaban oxidadas, le mojó el cuerpo con saliva tibia, le mordió los pezones hasta ponerlos encendidos; les espolvoreó anís hasta adormecerlos; hizo dos surcos con su lengua por su vientre, los cubrió de orégano haciendo zig zag, le separó las piernas con besos, humedeció su sexo con su lengua, la recorrió con la yema de los dedos e introdujo en su sexo, una a una las ciruelas pasas; hasta que Margarita comenzó a sentir el sabor dulce por su garganta, flexionó sus piernas hasta trabarlas con dos cintas de algodón púrpura, al tiempo de besarle la entre pierna fue espolvoreando canela por su zurco; Margarita contenía la respiración por temor a delatarse, no sabía si había gente esperando por el tendero, temía que el deseo se frenara por un mal respingo, comenzaba a gozar.
Ramiro se tomó el tiempo justo, para tallar aquí, probar allá, sentir mas allá; Margarita mantenía los ojos cerrados; el rosario comenzado y el placer a punto de hervor, cuando sintió los dedos de Ramiro abrirle la boca con deseo, jugándole la lengua; tocándole la garganta, hasta hacerla arquear; abrió los ojos para encontrarse con el sexo de Ramiro entrando en su boca, Margarita entonces sintió todo el pudor sacudirle la indecencia, sin jamás una experiencia de tales dimensiones, intentó confundir las nauseas y no parecer ridícula, el instinto la ayudó, comenzó a lamer como cuando niña lo hacía a la cazuela del caldo, a rodear con su lengua como cuando al turrón de almendras, a morder como a la panela de las mieles, a sentir la mezcla de las especias sazonarle el cuerpo añejo, comenzó a sentir hervir sus deseos al compás del desenfreno desconocido, dos, tres contracciones, tres sacudidas, 5 gotas de sudor golpeándole los ojos, una oleada de sabores hirviendo, atravesándole la garganta.
60 minutos después, Margarita probaba el menú del día, un nuevo invento de su ya costumbre improvisada, pollo en salsa de ciruelas pasas, torrejas con jarabe de anís a la canela y vino de sus jugos.


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martes, mayo 1

Magda...


Magda.

Le faltaron cuatro letras a su nombre, y le sobraron otras cuatro para vivir de forma majestuosa.
Cuando bebé, nadie notó que su nombre fuera cojo como sus ojos, que de vez en cuando, se entrecerraban de forma caprichosa hasta vivir en un constante guiño coqueto que enamoraba a cualquiera.
Cuando creció, creció por todos lados menos por su nombre, su rostro se alargó hasta parecer una ráfaga de aire caribeño, sus senos se desparramaron de forma elíptica hasta parecer montes desolados, su cintura, se encogió grandemente formando un inmenso lago donde habitaban cisnes hermafroditas, y sus caderas, se desparramaron de manera obscena sobre unas nalgas redondas como huevos de dinosaurio.Todo le creció como crecen las raíces en el agua, menos su nombre que siguió siendo enano e incompleto. Así que, decidió buscar afanosamente en todos los recovecos donde se pudieran haber quedado perdidas las cuatro letras que le faltaban…
Y ahí fue, primero buscando en las aulas donde estudiaban letras y algoritmos, en los cuales únicamente encontró la mitad de una oración y dos ecuaciones inertes sin resultado correcto, medio orgasmo apresurado y una nota en rojo que le reprobó el intento, se fue entonces con un vestido de fiesta a buscar entre los pasillos de un hospital de urgencias, donde encontró gasas empapadas de ardores, batas blancas con sexos contagiados, seis orgasmos agonizando.
Desistió; intentó conformarse con su nombre cojo, con su identidad a medias, con un significado mutilado como su mirada nocturna.
Pero no se sentía plena, a ella le faltaba la mitad de si misma y buscaría hasta encontrarse…
Así que después de buscar, entre sábanas clandestinas, ojos extraviados, manos huérfanas y arrimones fantoches, decidió cambiar la estrategia, iría buscando letra por letra, deducía que cuatro letras no había sido fácil y quizá de una en una encontraría su otra mitad…
Así, despertó una mañana, decidió buscar en una Panadería, donde el aroma a leña le estremeció el instinto, buscó, entre la harina espolvoreada, entre la mantequilla afrodisíaca, entre los huevos, los huevos que son huevos y cuando estaba a punto de darse por vencida le salió de entre las piernas una P alta como sus tacones dorados y envejecida como su afán, con cara de culta y buena vida, así que se la guardó en el sostén y salió sin pagar la cuenta de su atragante, contempló la noche entera el pedacito de su mitad y se durmió contenta del encuentro.
Al siguiente día decidió seguir buscando, caminó calles y avenidas, se secó de sed y soledades tardías, se le agrietaron los pies de indiferencia y cuando encontró un parquecito llenito de risas invisibles se dejó columpiar por una letra que le hacía señas infantiles desde una colina rodeada de besos, una U le calmaba los desvelos, le acariciaba la cola mientras se dejaba mojar por la brisa fresca de una búsqueda fructífera y suculenta.
Esa noche durmió acompañada, del lado derecho tuvo un pedazo de su alma y del izquierdo un ojo de su origen, soñó con ángeles que le tocaban un arpa.
Tres días caminó sin resultado, cansada de buscar y hambrienta de respuestas entró a una tiendita de abarrotes pequeñita, buscó entre sus harapos una moneda para comprar una goma de mascar sabor a Uva y sacó sorprendida de entre sus retazos una T que le extendía un crédito ilimitado y acciones en la bolsa de valores, comió hasta sentir que las ropas le estorbaban, hasta sentir la digestión atravesada en la garganta, hasta eructar satisfecha por el banquete degustado.
Con la idea de seguir buscando la ultima letra de su origen, se propuso revisar los antecedentes familiares y la historia de cada pariente lejano y consanguíneo que pudiera ayudarla a apresurar el encuentro, entonces, se pintó los labios de rojo encendido y caminó a las oficinas del registro civil, ahí se encontró con un escribano con cara de amante caducado y sonrisa fallecida, con los dedos chuecos de aporrearse las ganas y una A que le marcaba el entrecejo y le endurecía el sexo añejo.
Ahí llegó Magda, con sus cuatro letras asignadas desde que nació y tres letras encontradas sin tiempo ni hora exacta a encontrarse con la alegría inmensa de hallar al causante de su vida coja y su nombre enano.
Encontrarlo ahí tras una muralla de sinrespuestas y con aquella ultima letra faltante pegada en aquella frente de abandono y esa culpa envejecida en su cara de Amante olvidado,que se le iluminó la vida a Magda, que de tanta alegría saltó sobre el escribano y lo desnudó de prisa, le arrancó la ultima letra de su nombre a mordiscos y gemidos; y una vez que la tuvo entre sus dientes lo obligó a que escribiera en una nueva acta de nacimiento el nombre que la haría de ahora en adelante la mujer majestuosa con que siempre soñó ser…
El escribano, exhausto y renovado escribió con letras de oro y tremendo orgullo
el nombre que ya no era cojo ni enano, sino todo lo contrario:
MAGDAPUTA.
Y Magdaputa, le agradeció con besos y un desayuno de caricias diarias por haberle guardado la ultima letra de su origen, el ultimo episodio de su peregrinar mutilado, la extensión de su nombre y el reencuentro con ella misma.
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domingo, abril 1

Irene...


Irene
tiene 93 años, dice que cuando era joven fue alta y hace una seña con los brazos extendidos,
ahora es diminuta y enroscada,
tiene los ojos transparentes, su piel es del color del aire,
habla pausada pero sin parar,
de vez en vez, moja sus labios con un té que huele a hierbas y le perfuma el rostro,
mientras cuenta su secreto parece que va a llorar,
pero no,
mantiene una sonrisa trémula
que aún me persigue mientras rescato su secreto.
Para ti Irene.
Donde quiera que te encuentres.

Ella conocía el amor por que en sus sueños le habitaba, conocía la belleza por que en la mirada se le tatuaba, conocía además los deseos que el cuerpo guarda por que los recogió en su estómago desde niña y los disfrutó con ganas…

Creció entre risas y verdades a medias, porque una mujer pura no se entrega si no es con el hombre con quien ha de casarse aunque feliz no sea, en una vida que la hizo mustia por que su madre siempre tuvo el dedo listo para la sentencia:
“El Diablo siempre se desvela”.

Sin embargo ella, al mismo Diablo le tejía treguas.

De amores los tuvo todos, desde el galán del pueblo que bailaba con la mirada de lado, hasta el viejito verde que se sentía febril de mirarla con ese caminar de lado a lado.

Y los amores se le alargaban todos, los disfrutaba ardiente sin el pecado escrito, por que eso si, “virgen hasta el matrimonio”, aunque en tantas veces haya sentido orgasmos.

“Y es que la vida de antes, la que se vive ahora pero con más descaro, siempre ha sido la misma, la sentencia a cuestas y el deseo rondando, los valores pataleando y el pudor danzando, y el sexo, siempre atento y desflorando…”, dice con sus ojos color canela y su boca desentonando.

Por eso ella, vivió gozando, se enamoró mil veces y se entregó a destajo, pero eso si:
“sin bajarme los calzones, ni hacerlos a un lado. Porque bien de blanco que me casé aquel sábado, aunque por muchas noches nunca le miré ahí abajo…”

Ella tenía una trinchera de sucesos que la hacían deseada, un manojito de aires que la convertía en cortesana y un cuerpo de pecado diminuto que cualquier hombre con lo menos de dioptrías tenía entre sus deseos para condenarse.

Y ella repasa en sus recuerdos, mientras se mira en el reflejo de un espejo salpicado de tiempo, de vez en cuando se inquieta y cierra los ojos, contando:

“Yo, tenía besos que tenían su porque sí, de esos que vienen desde adentro y hablan solos, que no necesitan freno, que no necesitan tiempo, que sirven para un saludo o un hasta mañana, que aminoran trayectos y contagian deseos, pero no estallan en el estómago ni se desparraman por el cuello, esos besos de poca saliva, que se dan por respeto, por amor chiquito, por cortejo, pero que encienden flamitas y siembran cosquillas.

Besos que se me venían sin darme cuenta, que se te escapan cuando sonríes, cuando hablas, hasta cuando lloras, que no hacen ruido ni gastan el carmín, besos que se vuelven invisibles, que se adueñan del otro hasta que lo sientes tuyo, besos mustios, con la resonancia del silencio, que se platican entre lenguas y se succionan sin decencia, esos besos, que de no ser por que no embarazan, no pasan de ser condena, pero que dejan evidencia y también vergüenza, por que después hay que esperar con las piernas bien discretas y poco abiertas a que seque la saliva, que de mucha, hasta por abajo se desperdicia.

Besos que se mueren en el intento, que no llegan por estar ya muertos, que los sueñas una noche entera, los saboreas, los repites hasta gastarles el sabor a encuentro, pero llegado el momento, no los das, porque te acuerdas, que ya están muertos…

Besos que te quedan en la punta de los labios, que permanecen junto al recuerdo y al destino, que los usas para besar la pluma con que escribes un verso, su nuca tibia o la punta de sus dedos…

Pero los besos que ya no recuerdo, por que cerraba los ojos y no les medía el tiempo, son aquellos que de respirarse tanto se vuelven besos intensos, que gimen en la garganta, agonizando al miedo, que entumen las manos de tanto hurgar ahí, en el medio, que no sabes donde comienza él y sigue el sexo, besos que se baten en duelo por no traspasar los sueños y que de tan intensos, a veces, parecen copular, sin sexo. De esos besos, que ya no recuerdo, pero guardo uno, para antes de mi entierro.

Pero también tenía caricias, de esas, que aún me quedan, que las doy por puta o por santa ya ni sé, por que a veces ni me encuentro, pero que sin besar, ni nada, me vuelvo intensa, sin perder pureza.

Caricias que se extravían sin permiso, que se disculpan para volverlas sentencia, caricias que bajan y suben con frenéticos aleteos que mueren en el aire haciendo cualquier pirueta, caricias que hinchan las risas, que encienden pudores y que el padre nuestro lo vuelven más nuestro, caricias de fiesta y rumba que bailan por su espalda, eso si! encima de las ropas, no te pienses que la carne rozan, por que eso es de putas, y yo, no soy tan descarada.

También tenía rozones de piel caliente, para ocasiones especiales y si de reconciliaciones se trataba, por que eso si, yo que soy de hormona enjaulada, si algo no me ruborizaba, entonces me encabronaba, y para esos casos, nada mejor que tener a la mano una buena arrejuntada, donde te le pegas tanto que hasta los pezones le ensartas y sin mirar para abajo te sientes inmaculada, apretando el vientre y también las ganas.

Por que supe de muchas, que de la risa se despernancaban y entonces no sólo aquello les entraba, también se les iba la vida criando las carcajadas , a esas después de la deshonra, las casaban y les mataban a palos para siempre las ganas.

Pero de lo que más tuve, fueron miradas, por que las tuve todas y con ellas enterré a mis fantasmas, las vestí de fiesta si se me daba la gana, o de luto eterno pero con brillo en las pestañas, las usé de noche para esquivar heladas y las vestí de día para volverme santa, de esas me queda una, que la guardo para cuando lo encuentre, a él, que debe tener la cabeza aún llena de ganas.

Y así, ahora que ya estoy vieja, y que la vida me gana, me quedan recuerdos con unas poquitas de ansias, ya ves los ojos me tiemblan, la boca me engaña, si mi madre supiera, de todo lo que ahora te cuento, se muere de nuevo con las verdades repletas, que me casé virgen por que no abrí las piernas, pero que no fui tan santa y me moriré condenada, por que me pasé la vida con el Diablo en sus desveladas...

Pero volvería a ese entonces, con todas mis ganas, por que ahora tu has visto la de cosas que se hacen con los besos, las caricias y las miradas, ya no quedan arrimones, ni ganas de adivinarse el cuerpo, ahora con cosita de nada, te encueran y sacan las ganas, y eso de vivir de forma tan apresurada, a mi nadie me engaña, te seca el huerto y pudre las manzanas.”
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domingo, marzo 18

D´ella...

Gracias,
por permitirme capturar tus emociones ...
por compartirme éste destello de luz de tus ojos...
Por prestarme tu ilusión,
y el antojo por la vida.
Gracias D´ella.


Ella tuvo a manos llenas amor y lágrimas, vivió consagrada al matrimonio y al martirio secreto de amar profundamente a un amor difunto que ella misma enterró en su corazón a sabiendas que estaba más vivo que nunca.
El tiempo con sus inexplicables designios tuvo la idea de volverlos a poner frente a frente. 44 años después, cuando ella se aceptaba sin el que fuera su esposo durante 40 años y él, aguardando mansamente el instante de volverla a ver.
Ambos con más de 60 años, reviven un amor frenéticamente interrumpido.
Y ella, en sus secretas tardes, le ha escrito:


Amor:
Quiero que sepas lo feliz que me hace el volver a verte, lo agradecida que me siento con la vida por permitirme recobrar aquellos instantes que alguna vez me pertenecieron.
Llegas en el momento preciso a mi vida, cuando dejo mi cotidiana labor pensando que ya estaba cansada y sin aliento, llegas y me revuelves absolutamente todas aquellas emociones que alguna vez sentí y tenía mucho de haberlas olvidado.
¿Sabes?
Mi corazón se ha vuelto loco, me basta cerrar los ojos para sentirlo dar vuelcos de sólo imaginarte, se me estremece el alma de pensar en que las cosas han tenido que ser así, (que pinche destino!)
Cuando el invierno cerraba su ciclo de fríos y soledades escarchadas dando paso a la primavera con sus renovadas cosechas, llegas tu, arrebatándome la tristeza para sembrarme esperanzas y sonrisas.
¿Cuanto puede durar toda ésta revolución que siento en mi alma?, no lo sé, sólo espero que nos alcance para alargar nuestros momentos y conservar la razón de sentir.
Quiero agregar a estas líneas, un deshilvanado escrito que a ratos me nace escribir pensando en estos momentos que estoy viviendo gracias a ti.
¡Te advierto!, no critiques, no corrijas, sólo léelo y después destrúyelo, lo que realmente es importante para mi, es hacerte saber, que pienso en ti.
¿Que me pasa?
Algo inusitado, ¿me siento realmente ilusionada? No. Más bien creo que me estoy volviendo loca, ¡Dios mío!, no me dejes perder el piso y la cabeza, guíame a lo mejor, a lo correcto, que no haga el ridículo.
44 años después, encontrar algo perdido, cuyo dolor sufrí en plena juventud, negué mil veces querer saber si seguía existiendo, odié por mucho tiempo su traición, lloré a morir su ausencia y desamor y ¿Ahora que me pasa? Tan tarde encontrarlo y sentir que se me derrite el corazón de emoción…
¿Que me pasa?
¿Es posible revivir y recobrar a quien tanto amé?,¿ que hacer Dios mío?
Aceptar lo que de sobra sé, que el amor no solo llena y alienta la esperanza de vivir, sino también, duele y hace sufrir, sería una buena razón para dejar de sentir estas contradicciones que me asustan.
Dime Dios, que tengo derecho a soñar con un amor incondicional que me otorga paz interior y gratifica de manera maravillosa lo que por tantos años anhelé que fuera y no fue por azares del destino.
Pero, ¿por que llegó? Acaso tu me lo enviaste sabiendo que hoy más que nunca añoro un amor calmo y sereno? ¿Es mutua la necesidad de afecto y compañía?, ¿Es así como el destino tenía planteado que fuera?
Es ahora, cuando había aceptado la soledad como compañía, ahora que había guardado para siempre las ilusiones de volver a sentir el crepitar de mis ansias por vivir plenamente mi día a día, justo ahora, cuando en mi cuerpo únicamente quedaban aquellas remembranzas de lo que la vida me donó a manos llenas y me arrebató sin permiso, justo ahora, cuando mis noches largas y silenciosas me reclamaban más que nunca certezas y fuerza, es ahora, que llegas tu, con tus mismos ojos de siempre, con la misma sonrisa que me dejaste empeñada, con ese aire que me quedó como recuerdo de lagrimas y lamentaciones, llegas tu, con el tiempo en tus manos, como si hubieras preservado cada hora y cada minuto de ésta vida para devolverme aquello que alguna vez se quedó evaporándose en el tiempo, y con esa misma gracia con que alguna vez me pintaste un perfil enamorado, ahora me devuelves las tizas de recuerdos y los pedacitos de instantes a los que había renunciado.
Dime entonces tu amor, que hacer con todas estas emociones?
Por que ya no tengo más lágrimas, ni tiempo para miedos, dime tú, como vencer éstas frenéticas sensaciones por recuperar aquello que me despierta y me arrulla de esperanzas sin sentir que estoy caminando hacia abismos inmerecidos.
Sólo sé, que mi tiempo vuelve a sembrar ánimos en mi vida, sólo me quedan certezas de saber que lo que siento es legítimo y verdadero, y que a pesar de que los años se me revisten de ilusiones, tengo puesto mi corazón en tus manos y tu existencia.
Es ahora que los años me visten de abuela y tu presencia me devuelve la adolescencia extraviada.
Cuanto te quiero!
Y no tengo nada más que darte que mi espíritu renovado, que éste cuerpo lleno de tiempo y grietas desoladas, que éste sexo que se ha olvidado que existe y éste placer que me basta de sentirte, sin que la lujuria me arrebate y me desnude la cintura marchita que tiene sed de caricias de tu tiempo.
Por eso te escribo, por que antes que la memoria me termine haciendo una jugada traicionera, he decidido tomar tu mano y aventurarme a la vida, sabiendo que el cabrón destino, me tenía una deuda pendiente.
Y es momento de saldarla.

Tuya.
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miércoles, marzo 7

Dedicado
a todas ustedes,
queridas amigas mías...
feliz día hoy y siempre!
las quiero mucho!
Cristina.
Ella nació mujer y mujer creció…
Sin más que su carita de ángel caprichoso y sus lágrimas de sal dulce, transformó su mundo de debilidades en fortalezas de acero acaramelado.
Desde siempre, supo que su género la haría par de otro que habría de cobijarle la vida y prestarle fuerzas para seguir creciendo, ella simplemente se dejó ser mujer.
Y de ella se hicieron miles, tantas como emociones y vivencias entrelazadas sin punto geográfico exacto, lo que hizo que su ser mujer se multiplicara por el mundo en una misma emoción.

Así que ella, únicamente ella, sabe lo que la María siente cuando el hambre aprieta y no hay para dar de comer al rebaño de bocas que le llaman mamá…
Sabe lo que Úrsula siente cuando ha de dejar dormido al hijo sin padre para cerrar con doble llave el mundito de miedos que ni con todas las veces que habrá de abrir las piernas se convertirá en universo.

Conoce el terror clavado en el estómago de Marcela, cuando en vez de caricias es su rostro desfigurado por los golpes del más fuerte, que embriagado de cobardes pretextos, rompe día a día con las urgencias llamadas “respeto”.

Se mira en el alma de Teresa que busca albergar en su vientre al hijo que se le negará eternamente, hasta consumirse con ella junto al arrebato de sus lamentaciones estériles.

Se refleja en la novia ilusionada, que bajo su cauda blanca teje sueños que habrán de romperse cuando los besos dejen de llegarle a la hora de dormir y los amaneceres se le hagan esperas tardías.

Se consagra en aquella Adriana, que ve su vientre abultado y redondo, ilusionada y repleta de luz de vida.

Se derrumba junto a Amalia que a los 10 años fue violada por su padre hasta arruinarle la infancia y condenarla a un infierno perpetuo.

Se enamora como Patricia que deshila besos y caprichos a fuerza de ser suprema.

Se rebela con furia con aquella viuda que en la cima de los sueños se le derrumba el pilar de su templo, dejándole un vació oscuro de frenéticas soledades…

Se enciende con Raquel en aquellas noches de clandestino amor y pasiones voluptuosas, donde el ronco gemido le corona los placeres junto al amante estrenado…

Celebra con Andrea mientras escala triunfos profesionales y alcanza realidades…

Llora junto a Margarita las noches de obligaciones maritales, donde el silencio y la ausencia de caricias la desdibujan de su mundo de caramelo.

Se realiza con aquella que sabe encontrar el sentido de la vida, la fuerza necesaria para trascender e iluminar su alma…

Se inspira con la oportuna caricia hecha verso y la manera exacta de confabularse con el tiempo para robarse minutos de sonrisas y largar los miedos…

Se llena de orgullo de la que tiene voz para exigir derechos, para fundar emporios, para transformar la vida y aplacar tempestades de injusticias.
Se compromete aguerridamente con las que siguen en espera de ser reconocidas y valoradas como parte del género que la distingue.

Se suma con las fuerzas que le brotan desde la sonrisa para alzar los brazos y contener generación tras generación con la grandeza de su espíritu, se viste de bravura para formar una muralla de crepúsculos que frenen de una vez y para siempre la causa sublime de su llanto…

Se convierte, se reconstruye, se sana con la complicidad hecha género y especie, se proclama reina, diva, princesa y amante, se somete a los caprichos del amor y se vuelve cortesana de su propio cuerpo, en el que se hace una sola mujer que sabe vivir intensamente a través de los ojos de su género la vida misma.

Feliz día Internacional de la mujer.
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viernes, febrero 9

Gisela...



A Gisela los amores se le prohibieron, no se sabe si por capricho paterno o por traición planetaria, pero eso no impidió que ella amara profundamente con sus dos corazones.

A los 16 años tenía tantos amores como cabellos revueltos sobre su nuca de marfil y no le alcanzaba el tiempo para soñar y dejarse invadir por los amores que de ella nacían y con los que se casó mas de cinco veces para divorciarlos de su vida pasada la luna de miel.

No se le conoció hombre jamás, sin embargo, ella conocía todas las andanzas posibles que los hombres mantenían en sus carcelarias vidas, sabía el momento justo en que un hombre estaba listo para embestir con furia, conocía el semblante perfecto cuando habían de llorar, también reconocía los miedos y pesares con sólo olerlos y se regocijaba de saber que para un hombre no había placer más deseado que la faena de dejarse hacer.

Y en eso Gisela se hizo una Diva, sabía mover las caderas frente a los ojos febriles de quienes habían de desearla, sabía mover la lengua ante los antojos de quienes la dejaban hacer, sabía provocar temores ante quienes se paralizaban de sólo sentirla aparecer, sabía provocar las manos pintando urgencias en el aire para hacerlos enloquecer, pero los hombres no pasaban de admirarla, de sentirla y amarla a través de los aparadores inexistentes en que la vida la tenía cautiva en el amor.

Entre sus amores abundaban los silencios, los pretextos y los tiempos muertos, en los que ella solía enterrarse viva para resucitar cada ocasión que había de encender un cirio para reconocer el rostro de quien la hacía mujer y ella se hacía mujer cada vez que las hormonas se declaraban en huelga de emoción, así que pasaba de una muerte a la resurrección con inmediata resolución.

No fue hasta que conoció a Genaro Moreira, que sintió que los caprichos del sinamor le jugaban malas partidas, con él las provocaciones dejaron de ser escalofríos, las miradas perdieron bravura y las caricias en el aire la abandonaron por completo, hasta que abrió un hueco en los cristales gordos de su vitrina de murano y asomó la punta de su lengua para presentarse…

- Soy Gisela- Dijo con los ojos cerrados para no ver.

Y aquel hombre de antojos citadinos, la miró completa de arriba a bajo para responder con una sonrisa muda y una estela de invitaciones obscenas en un mohín de indecencia, cosa que a Gisela no le asustó en lo absoluto, ella era una sabia en los contrastes de los hombres y reconoció aquellos gestos como el miedo mas feroz que alcanza a los hombres.

Ella de miedos también sabía todo, los había acunado durante toda su vida y sabía encerrarlos tras la sonrisa más linda para despistar a los demonios que la azoraban de noche en noche recordándole su destino, sin embargo; ésta vez estaba dispuesta a morir para siempre con tal de ganarle la batalla a los planetas y tener donde acurrucar sus pecados abrazados aunque fuera entre miedos.

Así que ambos construyeron un amor sin preguntas ni respuestas, bastaba tocarse y sentirse para conocerse y disfrutarse, después, cada uno retomaba sus deberes, -cosas de la vida-, decía ella cuando estrenaba un liguero que Genaro había de quitarle sin prisas , desde entonces, dejaban que los miedos los tomaran por asalto, para correr a encontrase donde quiera que estuviesen y para así desvanecerlos en silencio, con la única lluvia de sensaciones que el tenerse les otorgaba, después, cuando había que volver al mundo desatornillado de urgencias, Gisela se vestía de soledad y enfrentaba las mañanas con la sentencia de los fríos…

Habrían pasado algunos años en que el amor se le había tatuado a Gisela entre las piernas, tiempo en el que ella fue descubriendo un código febril con el que Genaro se convertía en el más arrebatado de sus amantes, hasta que los planetas en su furia por la burla terrestre que el amor les profería condenaron el amor vivido a las desgracias constantes…

Fue una tarde de Abril cuando Genaro a velocidad extrema se hizo pedazos el alma junto con su espina dorsal, sobreviviendo apenas sus redondos ojos de lobo en celo en un cuerpo paralizado del cuello hasta los pies, su harley Davidson color dorado había quedado reducida a un negro calcinado como su futuro.
Como una burla socarrona de los planetas solterones, el sexo erecto le sobrevivió por encima de un esfínter moribundo, hecho que había de alargarle a Gisela la vida entre lamentaciones.

Ambos tomaron el reto, dejaron las mañanas para las terapias de supervivencia, las tardes para las visitas conmovidas y las noches, Ah! de esas noches en que no les alcanzaba el lamento de la luna para ablandar las ganas y aminorar los sufrimientos, Gisela se convirtió en una amazona de hierro, cabalgaba por horas y horas sobre aquel corcel de trapo enmudecido hasta sentir que de él brotaba el ultimo halo de vida para restarle a ella lagrimas de condolencias.
Las rutinas tomaron matices grises, los silencios cavaron profundas soledades, sin embargo el amor febril los mantenía unidos por deseos y pertenencias perpetuas…

Una noche de aquellas donde la luna pareciera enfurecida, Gisela cabalgó sin rumbo sobre Genaro hasta sentirse llegar a aquel precipicio que tanto ambos temían, apretó las piernas y tiro de las riendas flácidas que alguna vez le apretaron las caderas, cerró los ojos al tiempo que rezaba un réquiem inventado y saltó junto con su pura sangre hacia un abismo oscuro y enmohecido…
Abrió los ojos aterrada por el silencio, una luz apenas si iluminó el perfil de Genaro que tenía los ojos apretados y la boca entre abierta...

- ¿Mi amor?- Dijo ella bañada en sudor y lagrimas…

Aquel silencio como respuestas se le quedó para siempre, aún a pesar de los años siguientes, en que Gisela acude a dejarle flores donde yace inerte y con el sexo también muerto…

-No te moriste todo, aún me vives por dentro- le dice siempre al despedirse.
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jueves, enero 18

Cristina...


Decían, que cuando pequeña, ella tenía los ojos de querubín, que con los años aprendió a perderse en aquellos recuerdos infantiles que desembocaban en frenéticos riachuelos de sal y espuma…
Tenía un mundo inventado para soñar y un mundo prestado para vivir, y en ambos iba sorbiendo en dosis pequeñísimas alientos de esperanza para no rendirse en las batallas traicioneras…
De su nombre colgaban centelleantes luceros
que la iluminaban y de su apellido una estirpe de sangre de todos colores, de ahí, que a veces su cabello era tan dorado que se confundía con el brillo de las noches azabaches, de ahí, que de sus ojos de querubín se apreciara una corona de diamantes escurriéndosele por el flequillo de la niña de sus ojos, de ahí, que de su boca se podía escuchar una sentencia griega, una maldición gitana o una poesía caribeña.
Daba igual, a ella, le brillaba el mundo hasta cegarla y le lloraba el cielo hasta empaparla.
Hasta que el tiempo se le revolvió con los segundos y los segundos con los años y la edad se le multiplicaba en restas y el amor se le trastocó que se encontró dormida con los ojos abiertos, el sueño vestido de fiesta y el deseo dispuesto a un reto.
No hubo evidencia escrita de la ocasión en que ella se dejó arrebatar la purísima imagen que de su espejo matutino se llevaba de ella misma, tampoco decreto diocesano del momento exacto en que ella dejó de ser virtuosa para el resto de los mortales, ella sabía que el secreto que guardaba bajo la almohada que conservaba desde niña estaba a punto de vomitarle sentencias y cobrarle los silencios arrugados por tantas lagrimas crepitantes.
Fue hasta que en la soledad que prestan los días feriados se descubrió distraída, comenzó a confundir el rosa con el verde, el azul con el morado y el ayer con el mañana, fue hasta que de tanto guardar sus secretos olvidó donde los había guardado, fue que entonces no sabía si iba o venía, si llegaba o partía, si era su entierro o su nacimiento, si era beso o era herida, si era feliz o ni eso.
El caso es que de tanto martirio revuelto decidió hipnotizarse con el trino de un jilguero bohemio, encender una pequeña grabadora para atrapar los recuerdos y cerrar los ojos dispuesta a cruzar el laberinto de los olvidos con el único escudo de su vehemencia agotada.
Hubo toda una serie de acontecimientos que la llevaron justo a los instantes arrinconados, en los que pasó del llanto a la risa galopante, momentos en que los suspiros la ahogaron y el frío la estremeció, momentos en que se miró resbalar de la cima de aventuras clandestinas y se encontró jadeante ante el olvido más olvidado.
Fue entonces que descubrió mundos secretos que había moldeado con plastilinas de sus cotidianos, fue entonces que encontró lápices de colores brillantes con los que logró recuperar un poco de la memoria olvidada, fue que recordó el abecedario labrado de carne y sangre junto con la lengua fértil que sirvió para borrar los errores imperdonables, fue que recordó entre partículas matemáticas la ecuación perfecta para recuperar aquellos secretos ahogados en la almohada confidente.
Como relámpagos cantarines, llovieron sucesos que se hilvanaron con los olvidos, entonces, una vez recordados se diluían entre los adioses contentos, y entre tanta elocuencia relampagueante, ella no sabía si atraparlos entre las manos o patearlos por la nuca.
Se detuvo absorta entre los paisajes con aroma a vida, se reconoció entonces con los ojos extraviados con líneas extranjeras, sentimientos apareados, promesas disfrazadas y un cielo sin colores….
Despertó decidida a no depender nunca jamás del reloj que le apretaba el pulso, se reconcilió en cambio con su reloj biológico con quien firmó un contrato de respeto indecente, atemporal y sin caducidad de eventos, se dispuso a colorear su memoria vagabunda con un azzul que la vistiera eternamente, sonrió consagrada a la sentencia autoproclamada y espolvoreó su cieloazzul con los secretos para contar que hoy la sostienen y la rescatan del dragón que ruge en sus noches desoladas. Aprendió a sonreír para si misma sabiendo que del otro lado del aire siempre habría una sonrisa de reflejo, aprendió que los olvidos son para recordarlos, aprendió que la vida misma se nutre de la esencia compartida y de los milagros que respiran con nombre de gratitud y amor, aprendió que las lagrimas en compañía son menos amargas y que la alegría de encontrar mundos con sonrisas no son como los terrores nocturnos, esos mundos, nunca se olvidan.
Feliz primer aniversario
cieloazzul
y Secretos para contar.
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