jueves, junio 14

Renata

Imagen: Mi dulce rosa.John Waterhouse
Renata...
De aquella vida que le había tocado nada resultaba tan suficiente como para resistir...
Desde niña la instrucción por servir en cuerpo y alma a quien resultara su señor, le habían sido inculcadas aún en ayunos y tempestades...
No era cuestión de santidad, sino de vivir el género en toda su extensión.
De no haber sido por aquel pecado que la mantuvo viva, no habría soportado cada noche de uso cotidiano, la respiración robándole el ultimo hilo de aire y el peso sobrio de aquel cuerpo que a embestidas rítmicas firmaba con gotas sudorosas el honor del apellido.
Para después, con obstinación escrupulosa, guardar entre su febril urgencia aquel amasijo de odios y añoranzas recorriéndole las entrañas...
Del pecado se sabe apenas nada...sólo lo que aquel rosal guarda entre sus espinas...
Lo cierto es que a cada encuentro clandestino, ella enjuagaba sus culpas sobre los fluidos cristalinos que le eran concedidos...por cada goce, una semilla era sembrada en el muro aquel que le sostenía el gemido.
Para cuando fue suficiente y la luna les volteo la espalda, aquel portador de rosas en semillas no apareció jamás... lo único que por compasión crecía, era recurrir, después de cada servicio obligado, a morder el aroma de cada recuerdo, sangrar el alma con la espina de aquellos placeres y volver a su palacio de diamantes falsos, con las piernas temblando y un pequeño río de lagrimas escurriéndole por la entrepierna....

cieloazzul
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viernes, junio 1

Margarita


imagen:Claus Wickrauh.
MARGARITA...

Margarita tenía las caderas de fuego, un rostro angelical y los cabellos como cascada en furia, inteligente y casta, vivió esperando encontrar su destino al lado de un hombre que no sólo fuera guapo, sino con suficiente soporte económico y una carrera en ascenso.
Encontró su sueño justo cuando conoció a David, el mayor de 5 hermanos y primogénito de una de las familias de mas abolengo en el sur.
Se casaron como Dios manda, ella en su manto albo y blanco; él con un sobrio frac antiguo.La noche de bodas fue protocolaria, debido a la ingenua potestad que ella sugería a su ahora marido, 10 años mayor que ella y con una vida anterior sin reservas.
Margarita, pronto quedó en cinta, feliz como toda mujer realizada, vivió la transformación de ese cuerpo de porcelana y disfrutó ver crecer su anatomía empapada de la cursilería maternal, mientras tanto, David, disfrutaba de la perfección hogareña, siempre todo en orden; con la perfumada presencia de su mujer, no se preocupó nunca por cerciorarse si el bebe en camino era producto de una noche apasionada con orgasmos jocosos, o un hasta mañana legítimo de todo recién casado.
Durante los siguientes 5 años, Margarita vio su cuerpo transformarse, por aquí su vientre se contraía, que al paso de unos meses comenzaba nuevamente a elevarse, entregada hasta el cuello a la maternidad, a la monotonía de los biberones y los lienzos, Margarita creyó que el matrimonio tenía al sexo como ingrediente inminente para formar la familia.
Por su parte, David no perdió experiencia, no le faltó una caricia clandestina, un carmín sobre los labios, una excusa laboral perfecta para despertar en madrugadas ajenas.
Margarita cumplió los 30 años envuelta en una soledad abismal y contradictoria, con cuatro almas rodeando su tiempo y un esposo perfecto que respetaba el cansancio con singular honor, se limitó a verse tras el reflejo del espejo y realizarse pasmadamente bajo la sentencia del deseo añorado.No quedaba tiempo para un descanso, desde que Margarita despertaba para besar tímidamente los labios de su esposo, ya había obligaciones retrasadas, el desayuno a tiempo, la correspondencia en orden, la casa en funciones, el promotorado de la iglesia, la visita a los ancianos, recoger a los niños del colegio y servir la comida con parsimonia y paciencia, esperar a su esposo a comer y contemplarlo mientras él hablaba sin respiro de los nuevos proyectos políticos, por la tarde, apenas el reloj daba 4 campanadas, Margarita corría de un lado a otro, clases de violín, clases de gimnasia, la doctrina, el pan recién hecho a las 15 menos 7, la cena, las pijamas, la oración del ángel de la guarda, el cuento de la " vieja maga", el té para el sueño placentero de David, y una rosca de azúcar para ella, que mordía con calma, con tiempo, sola , sobre la mesa desordenada.
Cualquier mañana podía ser la misma, Margarita apenas disponía de 15 minutos para enfundarse en sus atuendos de algodón colorido, torcerse las pestañas con la misma cuchara con que endulzaba el té de su esposo, y perfumarse el cuello con la impaciencia del caldo para la comida.
Una mañana de tantas, Margarita se encontró con la despensa incompleta, requería de orégano y azafrán para el menú inventado, sin quitarse el pequeño delantal, se dirigió al almacén mas próximo; entró en él, tomó una canasta maltrecha y se sirvió de tantas especias como consideró.
Llegó al pequeño mostrador en una esquina, aguardó unos segundos pues no había nadie que le pesara la compra, al no obtener respuesta, golpeó la madera con el puño impaciente al tiempo que decía con voz firme..
- ¿ hay alguien aquí?-Apareció Ramiro, joven de cabello color canela, ojos risueños, mordiendo nueces con los dientes.
Margarita se sintió avergonzada por su actitud prepotente y se disculpó con un
-!hola!- sonriente.
Ramiro, saludó con simpatía, tomó la mercancía encimada en la canasta, con delicada calma, pesó, uno por uno los ingredientes seleccionados; Margarita experimentaba al paso, una sensación conmovedora, mirar la ternura con que ese hombre tomaba en un puño cada frágil hoja perfumada, la acomodaba con caricias inmediatas para volverlas a poner sobre una pequeña bolsa de papel ruidosa, la tenían absorta, no pudo evitar sentir sus ojos llenarse de lágrimas.
Durante los siguientes días, Margarita no recurrió a la despensa prevista, inventó todo tipo de comidas con diferentes especias, sin siquiera tener los caldos listos, se alisaba el cabello y después de dejar a los niños en el colegio, pasaba al almacén para surtirse repetidas veces de los mismos aromas.
Justo cuando metía sus manos en el costal del anís en polvo, Margarita sintió la presencia de Ramiro por detrás, un tanto inquieta se apresuró a servirse dos puños mas, Ramiro, puso su mano sobre la de ella, en movimientos de compás, pusieron en el canasto 10 puños, pasaron a las ciruelas pasas, con la mano de Ramiro sobre la suya, 5 puños, sobre la canela, 3 rollitos, la mano de ese hombre la tenía alegóricamente atada, a pesar de que en cualquier momento podría entrar alguien al almacén, Margarita se dejó cubrir la mano por una piel mercenaria, la espalda por una respiración serena, el cuello por un silbido húmedo cortante.
Pasaron a la trastienda, Margarita con los cabellos revueltos y la canasta en medio de las manos, Ramiro, con la respiración perfumada y las manos ágiles, bajó una cortina, le besó el cuello, le desabotonó la blusa, le comió los pechos, la desvistió completa.
Margarita, no soltó la canasta, cerro los ojos; se adormeció el olfato con la mezcla de olores, se mordió los labios rezando un ave maría.
La recostó sobre los sacos ásperos de especias frescas, le ató las manos hacia unas pequeñas argollas que colgaban oxidadas, le mojó el cuerpo con saliva tibia, le mordió los pezones hasta ponerlos encendidos; les espolvoreó anís hasta adormecerlos; hizo dos surcos con su lengua por su vientre, los cubrió de orégano haciendo zig zag, le separó las piernas con besos, humedeció su sexo con su lengua, la recorrió con la yema de los dedos e introdujo en su sexo, una a una las ciruelas pasas; hasta que Margarita comenzó a sentir el sabor dulce por su garganta, flexionó sus piernas hasta trabarlas con dos cintas de algodón púrpura, al tiempo de besarle la entre pierna fue espolvoreando canela por su zurco; Margarita contenía la respiración por temor a delatarse, no sabía si había gente esperando por el tendero, temía que el deseo se frenara por un mal respingo, comenzaba a gozar.
Ramiro se tomó el tiempo justo, para tallar aquí, probar allá, sentir mas allá; Margarita mantenía los ojos cerrados; el rosario comenzado y el placer a punto de hervor, cuando sintió los dedos de Ramiro abrirle la boca con deseo, jugándole la lengua; tocándole la garganta, hasta hacerla arquear; abrió los ojos para encontrarse con el sexo de Ramiro entrando en su boca, Margarita entonces sintió todo el pudor sacudirle la indecencia, sin jamás una experiencia de tales dimensiones, intentó confundir las nauseas y no parecer ridícula, el instinto la ayudó, comenzó a lamer como cuando niña lo hacía a la cazuela del caldo, a rodear con su lengua como cuando al turrón de almendras, a morder como a la panela de las mieles, a sentir la mezcla de las especias sazonarle el cuerpo añejo, comenzó a sentir hervir sus deseos al compás del desenfreno desconocido, dos, tres contracciones, tres sacudidas, 5 gotas de sudor golpeándole los ojos, una oleada de sabores hirviendo, atravesándole la garganta.
60 minutos después, Margarita probaba el menú del día, un nuevo invento de su ya costumbre improvisada, pollo en salsa de ciruelas pasas, torrejas con jarabe de anís a la canela y vino de sus jugos.


cieloazzul
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