sábado, enero 3

Silvana...



Se despidieron sin lamentaciones,
como se despiden los amantes que auguran un mañana sin futuro...

Cuando Silvana se dio cuenta que no volvería a tener entre sus despertares la clandestina manera de sentirse amada, se enroscó bajo las sábanas y lloró como llora un delincuente inexperto.
Por primera vez en 9 años de dividir su corazón, estaba convencida que no había más destino que el que ya se había escrito.
Durante muchos años se había imaginado el final de su descaro, durante muchos años también había sorteado el silencio del rumor bajo sus ademanes de dama antigua, durante más días se había lavado con hierbas perfumadas el rastro indeleble de aquel cuerpo que le encajaba a la perfección desde el ombligo hasta sus pensamientos. Durante noches enteras se arrullaba con el recuerdo de cualquier tarde improvisada repleta de besos y fantasías, cerraba los ojos y acompañada de la respiración de quien dormía a su lado se abandonaba a su único pecado sagrado, no había penitencia más eficaz que el despertar de cada día con la prisa de volver a pecar.
Silvana tenía la estampa de las mujeres que han vivido mil vidas, una mirada inocente y manos de cortesana, caminaba como quien busca donde sembrar sus sueños y sonreía con una precisión tal que era capaz de apagar cualquier infierno, en cambio él, tenía la conversación de un forastero, la mirada curiosa y las manos redondas, la palabra le brotaba en cada paso y su sonrisa era como un relámpago de madrugada.
Se habían conocido como se conocen los amantes, en medio de un caos de emociones intimas y una búsqueda implacable por la realización, se habían encontrado en el momento justo en que ella necesitaba quien le mirara en silencio y él a quien mirar, se habían reconocido en el mismísimo instante en que él le aplacó la soberbia con un beso arrebatado.
Se habían ido queriendo de a poquito, como se quiere lo que se va hilvanando a fuerza de coincidir, y se quisieron hasta sentir que la querencia ya no les alcanzaba para comenzar a sentir amor, del amor pasaron a conquistarse los miedos y de los miedos pasaron a la confusión.
Cuando se dieron cuenta que el rumbo se les había extraviado, se buscaron entre los pliegues una razón más para continuar, pero el amor a medias se les había vuelto incompleto, las palabras vagas, los besos tibios y el mañana sin noche; entonces, el dolor se les plantó en la boca y el adiós en el corazón.
Cuando Silvana lloró la última lágrima con su nombre, un relámpago atravesó sus pupilas.
entonces, le amaneció....sin su gran amor.
cieloazzul.
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