viernes, noviembre 17

Celeste...


Debajo de aquellos esquemas sociales que la vida supone, Celeste sorteaba cada embiste de lo cotidiano con malévola inocencia…
Irradiando siempre una dulzura diabólica, una ternura eléctrica y la mirada siniestramente diamantada, iba sorteando de sonrisa en sonrisa embrujos y amores…
Poco le importaba el tiempo habitado en cada conquista, bebía de su amante lo esencialmente nutritivo y cuando éste se quedaba enclenque de tanto darse, daba certeros finiquitos y se esfumaba tras las gotas del coco channel que cargaba siempre en su bolso y las medias de seda negra que usaba únicamente en las despedidas dejándolas como única herencia al amante abandonado como un recuerdo consabido del amor fugazmente vivido.
No había más duelo que la noche siguiente, en el que por respeto al amor difunto Celeste lloraba sin descanso entregando todo aquello que hubiese quedado pendiente… se revolcaba entre las sábanas blanquísimas de su estrecho lecho compartido y se masturbaba con el recuerdo del adiós mortífero, esperando el amanecer hinchada de sosiego y repleta de placeres húmedos…
Llevaba todo un tiempo que vivía en aquella doble vida que nadie imaginaba, puesto que Celeste no tenía más vida que la que los ojos de sus cercanos conocían…
Dama intachable, madre abnegada, esposa obediente y mujer a medias…
Vestida de elegancia se transformaba en los atardeceres de urgencia, sin que los ojos cercanos la reconocieran ni extrañaran… sus ausencias eran tan efímeras que era imposible imaginar que le bastaran segundos de cualquier día para cederse en una eternidad majestuosa y eterna…dejando en cada amor una anemia crónica de deseos y llevándose ella todo el candor y proteínas necesarias para su radiante figura.
Por las noches, mientras el amor en turno mantuviera vida, ella se dejaba arrullar por el aroma inconfundible de las entregas clandestinas, se condenaba entre sueños al infierno de sus ligerezas y se proponía indulgencias de servicio marital para no tener los pecados en serie…
Su esposo, la veneraba por santa, por sabia en las artes del amor y entre muchas proezas más, por que no había nada más sensual que el aroma que de vez en cuando dejaba Celeste sobre las sábanas después de los encuentros que los esposos tienen de aquel coco channel que él mismo le había regalado en la noche de bodas y que ella usaba sólo en ocasiones especiales.
Para Celeste el pecado no era amar en clandestinos instantes, ni siquiera frotarse con lavanda y gotas de limón dulce la entre pierna después de haber enterrado a un amor amante, su pecado era, no guardar luto riguroso a los besos y a las caricias.
Así Celeste cumplió los 40 años, radiante como una quinceañera, alegre como una adolescente, exquisita como una anciana cortesana y contrariada como una mujer contemporánea…
Hasta que llegó aquel viernes en que ella debía despedirse del amante de otoño, y no por que le hubiera agotado todas las reservas de vida, sino por que Celeste estaba comenzando a experimentar una dependencia mezquina y una irremediable necesidad de permanecer a su lado pasados los segundos estrictamente conferidos a su dedicada vocación.
Así que antes del ritual conocido, lloró durante dos noches antes del adiós, se masturbó pero sin recuerdos, más bien con aquellos instantes aún no vividos, despertó hinchada pero sin regocijos ni placeres…. Se bañó 15 minutos más de lo habitual, eligió un atuendo sencillo y color tristeza, se maquillo únicamente las pestañas y se deslizó las medias de seda con temblores y torpeza, se perfumó el cuello con tres gotas de coco channel que resbalaron por sus hombros y sus senos como lagrimas lloronas… y recogió su largo cabello castaño con un cinto de flores como único disfraz a su luto.
Alistó su mañana de deberes con absoluta abnegación, besó a los niños antes de ir a la escuela con un candor diferente, acompañó al marido al auto y le regaló una sonrisa de noche de bodas, se fumó un cigarro con un café amargo y dio mordiscos a un trozo de pan añejo que se le atoraba en la garganta….

Se repitió una y más veces aquellas consignas que la mantenían tan inmaculada y se convenció sin más remilgos a decir adiós y vivir el luto reglamentado.
Tomó la ruta que los últimos 275 días había hecho para saciar sus hambres y no levantó la vista hasta estar frente al número 6 de la única casa dónde se había sentido realmente terrenal.
Tocó tres veces a la puerta y apretó los puños en señal de valor.
La puerta se abrió y el ambiente se transformó en primavera, aquel amante distinto a saber por qué, la recibió sorprendido, no era miércoles por la mañana, ni jueves por la tarde, ni sábado por el medio día, ni día feriado, era viernes, y los viernes son para otras sorpresas…
Celeste atravesó la pequeña sala y se dejó abrazar en silencio y con sonrisas, dio un saludo lúgubre para quitarse los zapatos y dejarse caer en el sillón preferido….
El amante entonces, la llenó de palabras cotidianas, de absurdos divertidos, de caricias espontáneas y simplezas que relajan, la besó arrebatadamente y le quitó la ropa rozándola con tibieza….Celeste se dejó querer sin pronunciar palabra alguna, fue escribiendo un testamento de gemidos y fue sellando la despedida con lagrimas en la entrepierna…
- cuanto tiempo nos queda?- interrumpió el amante en el retozo…
- poco, casi nada- dijo Celeste sin abrir los ojos…
- me gusta tenerte en viernes- dijo el besándole los ojos…
- a mi me gustaría tenerte siempre…- dijo ella abriendo los ojos…

Volvieron a darse entre besos y caricias…
Volvieron a amarse entre susurros y prisas….

- Es hora, debo irme- dijo Celeste rompiendo las reglas de las no despedidas…
- Cuando vuelves?- dijo él ayudándola a vestir…
- No sé, quizá el jueves- dijo ella mirándole ya viuda…
- Mejor mañana- dijo él deslizándole las medias…
- Las medias no….- dijo ella estrujándolas en el puño…
- Me las quedo yo?- bromeó descuidado…
- Quédatelas tu- dijo Celeste lista para enterrarlo vivo…

Le dio el último beso en los labios y salió de la casa temblando de reproches mustios…

Por la noche Celeste cumplió su penitencia, se dio al esposo entera, dejando sobre las sábanas blanquísimas el aroma de las despedidas que a ella le alargaban la vida y al esposo junto con aquellos amantes eternos, les consumía…..

Cieloazzul

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