lunes, noviembre 19

Tomasa...


Tomasa bailaba en una esquina del bar en el que creció.
El tiempo había borrado casi toda su historia de vida, serena y acongojada se dejaba llevar por el vaivén tembloroso de aquel hombre con quien bailaba desde que se había olvidado de sentir.
Ya no despertaba en los hombres ningún deseo, ni siquiera ella recordaba lo que significaba desear, desde la última vez que cumplió 35 años y la muerte le escupió a la cara una factura ensangrentada de reclamos.
Tenía entre sus recuerdos todos los besos y los orgasmos con su nombre, noches interminables con rostros ajados de hastío y abandono, su bolso guardaba entre brillos y labiales, papelitos de soledad compartida, horarios escalonados, nombres inventados, una promesa de ser mamá escrita en un sobre de azúcar dietética y una llave descolorida sin puerta que abrir.
Mientras la música añeja trastabillaba en sus ojos perdidos Tomasa repasaba su vida, su breve y larga vida, en donde los te quiero tenían doble sentido y las caricias cristales hirientes con cicatrices de recuerdo.
Su boca ya no recitaba gemidos, sus piernas ya no bailaban sobre las espaldas, sus ojos habían dejado de consolar desvelos, sus senos habían dejado de alimentar fantasías, sus mejillas ya no tenían el candor de las doncellas, su sexo ya no olía a manzana, ya no sabía a mujer.
Tomasa cierra los ojos mientras recuesta su cabeza en el hombre con quien ha bailado los últimos años en el mismo bar que la vio crecer, en el mismo rincón en que dejó de ser ella.
Tiene aprendido el sonsonete de la música y ya no necesita repetir entre dientes el estribillo…
“Nosotros que nos queremos tanto, debemos separarnos, no me preguntes más, no es falta de cariño, te quiero con el alma, te juro que te adoro y en nombre de este amor y por tu bien… te digo adiós…”
Su vida la abandona dejándole recuerdos incinerados a lagrima viva, ¿Cuanto es capaz el corazón de resistir los recuerdos sin perder la razón?...
La última vez que cumplió 35 se vistió de encajes negros, su piel despedía perfumes enamorados, sus ojos eran callejones para perderse y su sexo, poesía en rima.
Una secuencia de aromas la hace tropezar con el hombre con quien ha bailado los últimos años en el mismo bar que la vio crecer, mientras la melodía le sangra en la garganta, y los pies se le descomponen tratando de retomar un ritmo moribundo, no se disculpa ni se avergüenza, sigue el sonsonete musical que la lleva a revivir cada secuencia de su muerte viva, cada lagrima de amoniaco le consume el nombre y su historia, mientras las manos se le mojan de sudor adolescente y la espalda de aquel hombre le lanza fumarolas de virilidad mundana…
Un charco de sangre le hierve en la boca del estómago, un cuerpo tendido con los ojos entre abiertos le oscurece el ambiente, la peste a tabaco le obstruye los pulmones, la respiración se le alarga, se le extingue…la melodía ha vuelto a comenzar y el vaivén retoma su majestuoso estribillo, un disparo le retumba en la cabeza, una bala extraviada se le aloja en el sexo viudo, gritos, confusión, un ultimo beso que le arrebata la vida, un festín de sinrazones le sentencia una despedida enmudecida, luces percudidas le ciegan la consciencia,le arrebatan la cordura, más gritos, más sangre, la muerte se pavonea en minifalda y escote indecente, ebria y desparpajada equivocó el blanco de sus celos, el disparo le atravesó el cuello, le reventó el estribillo compartido, el olor a manzana se volvió de pólvora, el día que Tomasa cumplía 35 sería el ultimo que su cuerpo vendería. Se lo había prometido a ella misma.
Celebraba, se restregaba en todos los machos calientes, se desprendía de ella para existirse en ellos, los hombres, todos suyos y ella de ninguno.
Tomasa sigue bailando con el hombre con quien ha bailado los últimos años en el mismo bar que la vio crecer, se vuelve pequeñita balbuceando reclamos inocentes, se deja apretar contra un sexo que le atraviesa el ritmo, mientras recuerda el ultimo día que cumplió 35 y la vida le asesinó los sueños.
Un relámpago en sus recuerdos le devuelve el estribillo de la melodía añeja, besos alcoholizados le recorrían el escote, su cabello espeso hacía cascada sobre su espalda que hacía un arco resbaladilla, toda ella sería señora cuando tuviera 35 cumplidos, entonces tendría un hijo, pondría una casa con ventanas y visillos, tendría un canario y dos jilgueros y una cama de sábanas blancas.
La muerte celosa y atiborrada de odios, vestía minifalda, guardaba entre sus miserias un revolver percudido, ebria de placeres y desdenes disparó a quemarropa a Tomasa que se abría completa a las caricias ya pagadas, la bala se desperdigó en la niebla de deseos, encontró el cuello del amante asesinado, le reventó los acordes y le desplomó los sueños.
Tomasa siguió bailando, desde entonces, en el mismo rincón del bar que la vio crecer, con el mismo hombre que le mataron sin permiso, sin que nadie la interrumpa se contonea y se despide, no cierra los ojos para no perder el estribillo, nadie la observa, nadie la compadece...
a Tomasa la puta muerte le debe disculpas,
y el mundo entero,
respeto a su locura.

cieloazzul.
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domingo, noviembre 11

La niña de mis ojos...


Antes de que nacieras,
una constelación de estrellas
formaba tu nombre,
y todos los dones
esperaban vestirte,
niña mía.


Ella se formó en el vientre de su madre el mismo instante en que una suplica sacudió al cielo: “Permíteme ser mamá, dame a esa niña que tanto deseo, concédeme el Don de la maternidad, Dios mío…” y en ese momento, una luz resplandeciente iluminó su interior, unos pies descalzos elevados del suelo, un aroma a flores y madera, una mano que se acercaba a su cabeza postrada en oración le impidieron alzar la cabeza para mirar, se limitó a sentir en medio del asombro de quienes vivían un testimonio de amor y fe.
Después de haber perdido un embarazo en condiciones casi mortales, los que serían sus padres se habían cobijado en un grupo de oración con la única intención de encontrar paz y aceptación ante lo inexplicable.
Durante una oración comunitaria, en que cerca de 16 personas se encontraban tomadas de la mano formando un círculo y oraban con los ojos cerrados, sucedió, del lado derecho apretaba su mano el futuro padre conmovido, del lado izquierdo, la que sería la abuela paterna.
Cuando la madre terminó su suplica envuelta en llanto, se desvaneció, quienes estaban ahí, aseguran que el ambiente se llenó de perfume y la madre lucía un semblante rozagante y sonriente.
Como si se hubiese tratado de un milagro.
Fue una tarde de Febrero, en que el cielo estaba diáfano y tibio que su madre se quedó dormida entre prados verdes y cantos de jilgueros, se trataba de la ultima sesión de aquellos talleres de oración y mientras el resto de los participantes se entregaban a oraciones y meditaciones profundas, la madre se acomodó a dormir placidamente hasta que hubo que despertarla. Durante ese sueño placentero ella pudo ver a una niña de cabellos brillantes danzar entre flores blancas, descalza y con los ojos redondos y profundos.
Al despertar, no le quedaba ninguna duda.
Estaba embarazada.
Tres meses antes, había estado al borde de la muerte, un paro respiratorio, una hemorragia interna, un embarazo extrauterino, una herida que le cruzaba de norte a sur el vientre con 30 puntadas, cuidados extremos y una consigna determinante: “ No embarazo por el momento, debes recuperarte, lo que has tenido no fue nada sencillo, perdiste mucha sangre, algunos de tus órganos están lastimados por el contacto con la sangre, la cirugía no ha sido sencilla, recuerda, te hemos extirpado un ovario y una trompa, hay que darle tiempo a la matriz de recuperarse”…
Pero como cumplir con 22 años encima y el cuerpo desquiciado…
Una sola vez se le burló a la orden, una sola! Y fue el 5 de Febrero.
A partir de ahí, la vida se hizo maravillosa, ella crecía al mismo paso que la barriga de la madre, mientras que el padre y todo cercano masculino se peleaban por elegir el nombre, el deporte en el que destacaría, la de mujeres que tendría, lo guapo que sería, por que para todos , ese bebé tendría que ser varón.
Y nació, entre la algarabía de las apuestas:
“tendrá mis ojos, decía el tío, nada de eso! Tendrá los míos decía el otro tío, pero se llamará como yo! sentenciaba el abuelo paterno, será tan galán como yo, se pavoneaba el abuelo materno, y la madre pujaba con la sonrisa congelada, y la abuela materna escondía entre sus manos aquellos primeros aretes de la madre, y la abuela paterna bajaba a todos los santos entre rezos interrumpidos y la tía paseaba por los pasillos estrenando una cámara de video adquirida especialmente para la ocasión, y el hospital se llenaba de rumores, y el padre se vestía de azul como los médicos y la madre pujaba sin descanso, y los ángeles jugaban haciendo rondas…
-“ si es niño, por que será niño, me regalas un rolex? ”- dijo el padre para no desmayarse cuando una aguja gorda le atravesaba la espina dorsal a la madre…
- “Si es niña, por que será niña, me regalas ese collar de perlas que tanto quiero”?- Dijo la madre apretando los dientes.
Y el tiempo se detuvo, un llanto musical se presentó con olor a canela, dos ojos despiertos como luceros nocturnos, manitas extendidas que antojaban remanso y toda ella con ese perfume de amor que inmortaliza los instantes.
Es niña!!!! Es niña!!!!
Gritaron los médicos mientras uno miraba la hora:
01:22 del 11 de Noviembre de 1993.
Otro médico la pasaba a los brazos del padre que lloraba de emoción e inexperiencia, otro más trataba de aplicar dosis extras de sedantes a la madre que extendía sus besos hasta aquella pequeña que le traía además de una promesa del cielo, un collar de perlas y una vida repleta de caricias y realidades.
Y a partir de ese instante toda ella se dedicó a crecer y amar.
Bajo sus cabellos oscuros traía esperanzas para dos familias que habían de unirse para quererla como se le quiere a un milagro.
Tras su sonrisa traviesa, se desparramaba toda la seducción de la luna, entre sus pies regordetes el confort que antojan los prados en primavera, de sus brazos rosados, tres pliegues formaban ríos de gratitud a la vida, de su ombligo florecía una herencia que le alargaría el nombre y la historia.
Creció como crecen las flores en el desierto, firme, templada, seductora, repleta de besos y bendiciones inéditas, creció como crece una mujer de fuerza inmensa, de espíritu soñador y sonrisa bandida, creció como crecen las azucenas de mayo, se alargó etérea hasta los afectos perdidos, se transformó completa en mujer con rostro de niña y se consagró princesa de un cuento que antoja a soñar con los ojos abiertos.
Se convirtió en caricia que duerme entre remansos, se vistió de fuerza para amainar tormentas, se lustró el corazón para consolar los miedos y se hizo lucero que alumbra mi existencia.
Se vuelve luna llena, menguante y enamorada, se disfraza de sol con gafas rosadas, se eleva como tornado cuando de un capricho se columpia y se derrite entre mimos cuando ha de conseguir algo.
Se alimenta de vida, se baña entre ninfas, se duerme entre ángeles y despierta entre pétalos de rosas.
Seguirá creciendo, consumando amores y entregas, seguirá viviendo alcanzando su magia.
Y con el milagro de su llegada, cubrirá los años que papá y mamá le aguardan.
Se hará de antojos, se dibujará entre brillitos y esencias perfumadas, se peinará las pestañas con amores azzules y se volverá festín cuando la música la alcance, se prolongará eterna hasta las madrugadas y será la musa de cupido en cada morada.
Que Dios te guarde y cuide siempre niña de mis ojos.

Mi niña hermosa
me convierte en soberana.
Me vuelve sensata,
mujer enamorada,
lagrima sonriente
fuerza para el mañana.
Te amo mi amor.
Feliz cumpleaños, Princesa.
Mamá.
cieloazzul.
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