viernes, febrero 9

Gisela...



A Gisela los amores se le prohibieron, no se sabe si por capricho paterno o por traición planetaria, pero eso no impidió que ella amara profundamente con sus dos corazones.

A los 16 años tenía tantos amores como cabellos revueltos sobre su nuca de marfil y no le alcanzaba el tiempo para soñar y dejarse invadir por los amores que de ella nacían y con los que se casó mas de cinco veces para divorciarlos de su vida pasada la luna de miel.

No se le conoció hombre jamás, sin embargo, ella conocía todas las andanzas posibles que los hombres mantenían en sus carcelarias vidas, sabía el momento justo en que un hombre estaba listo para embestir con furia, conocía el semblante perfecto cuando habían de llorar, también reconocía los miedos y pesares con sólo olerlos y se regocijaba de saber que para un hombre no había placer más deseado que la faena de dejarse hacer.

Y en eso Gisela se hizo una Diva, sabía mover las caderas frente a los ojos febriles de quienes habían de desearla, sabía mover la lengua ante los antojos de quienes la dejaban hacer, sabía provocar temores ante quienes se paralizaban de sólo sentirla aparecer, sabía provocar las manos pintando urgencias en el aire para hacerlos enloquecer, pero los hombres no pasaban de admirarla, de sentirla y amarla a través de los aparadores inexistentes en que la vida la tenía cautiva en el amor.

Entre sus amores abundaban los silencios, los pretextos y los tiempos muertos, en los que ella solía enterrarse viva para resucitar cada ocasión que había de encender un cirio para reconocer el rostro de quien la hacía mujer y ella se hacía mujer cada vez que las hormonas se declaraban en huelga de emoción, así que pasaba de una muerte a la resurrección con inmediata resolución.

No fue hasta que conoció a Genaro Moreira, que sintió que los caprichos del sinamor le jugaban malas partidas, con él las provocaciones dejaron de ser escalofríos, las miradas perdieron bravura y las caricias en el aire la abandonaron por completo, hasta que abrió un hueco en los cristales gordos de su vitrina de murano y asomó la punta de su lengua para presentarse…

- Soy Gisela- Dijo con los ojos cerrados para no ver.

Y aquel hombre de antojos citadinos, la miró completa de arriba a bajo para responder con una sonrisa muda y una estela de invitaciones obscenas en un mohín de indecencia, cosa que a Gisela no le asustó en lo absoluto, ella era una sabia en los contrastes de los hombres y reconoció aquellos gestos como el miedo mas feroz que alcanza a los hombres.

Ella de miedos también sabía todo, los había acunado durante toda su vida y sabía encerrarlos tras la sonrisa más linda para despistar a los demonios que la azoraban de noche en noche recordándole su destino, sin embargo; ésta vez estaba dispuesta a morir para siempre con tal de ganarle la batalla a los planetas y tener donde acurrucar sus pecados abrazados aunque fuera entre miedos.

Así que ambos construyeron un amor sin preguntas ni respuestas, bastaba tocarse y sentirse para conocerse y disfrutarse, después, cada uno retomaba sus deberes, -cosas de la vida-, decía ella cuando estrenaba un liguero que Genaro había de quitarle sin prisas , desde entonces, dejaban que los miedos los tomaran por asalto, para correr a encontrase donde quiera que estuviesen y para así desvanecerlos en silencio, con la única lluvia de sensaciones que el tenerse les otorgaba, después, cuando había que volver al mundo desatornillado de urgencias, Gisela se vestía de soledad y enfrentaba las mañanas con la sentencia de los fríos…

Habrían pasado algunos años en que el amor se le había tatuado a Gisela entre las piernas, tiempo en el que ella fue descubriendo un código febril con el que Genaro se convertía en el más arrebatado de sus amantes, hasta que los planetas en su furia por la burla terrestre que el amor les profería condenaron el amor vivido a las desgracias constantes…

Fue una tarde de Abril cuando Genaro a velocidad extrema se hizo pedazos el alma junto con su espina dorsal, sobreviviendo apenas sus redondos ojos de lobo en celo en un cuerpo paralizado del cuello hasta los pies, su harley Davidson color dorado había quedado reducida a un negro calcinado como su futuro.
Como una burla socarrona de los planetas solterones, el sexo erecto le sobrevivió por encima de un esfínter moribundo, hecho que había de alargarle a Gisela la vida entre lamentaciones.

Ambos tomaron el reto, dejaron las mañanas para las terapias de supervivencia, las tardes para las visitas conmovidas y las noches, Ah! de esas noches en que no les alcanzaba el lamento de la luna para ablandar las ganas y aminorar los sufrimientos, Gisela se convirtió en una amazona de hierro, cabalgaba por horas y horas sobre aquel corcel de trapo enmudecido hasta sentir que de él brotaba el ultimo halo de vida para restarle a ella lagrimas de condolencias.
Las rutinas tomaron matices grises, los silencios cavaron profundas soledades, sin embargo el amor febril los mantenía unidos por deseos y pertenencias perpetuas…

Una noche de aquellas donde la luna pareciera enfurecida, Gisela cabalgó sin rumbo sobre Genaro hasta sentirse llegar a aquel precipicio que tanto ambos temían, apretó las piernas y tiro de las riendas flácidas que alguna vez le apretaron las caderas, cerró los ojos al tiempo que rezaba un réquiem inventado y saltó junto con su pura sangre hacia un abismo oscuro y enmohecido…
Abrió los ojos aterrada por el silencio, una luz apenas si iluminó el perfil de Genaro que tenía los ojos apretados y la boca entre abierta...

- ¿Mi amor?- Dijo ella bañada en sudor y lagrimas…

Aquel silencio como respuestas se le quedó para siempre, aún a pesar de los años siguientes, en que Gisela acude a dejarle flores donde yace inerte y con el sexo también muerto…

-No te moriste todo, aún me vives por dentro- le dice siempre al despedirse.
Cieloazzul
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