jueves, agosto 16

Greis...



Para tí,hermana mía.

Te quiero mucho.

Cuando ella supo que estaba embarazada no le importó más la ausencia del amor, resignada a una búsqueda perpetua , pasó su vida con la aventura como amiga y el silencio como amante…
No volvió a desnudarse ni siquiera para dormir y cuidó de su cuerpo como nunca antes lo previno, dormía con la soltura del antojo y el insomnio de ladrón…
Tuvo tiempo suficiente para guardarse entera, para construirse una vida nueva y borrar minuto a minuto toda señal de un pasado sentenciado al exilio y la ausencia…
Se consagró a un santo sin nombre y dedicó cada madrugada a borrar de atrás para adelante la ocasión de su ahora.
Había mucho que levantar de entre los escombros de sus pesares, mucho que incinerar y mucho más que descubrir, así que sin el menor temor se enfrentó a todo aquel mundo que le había cobrado facturas sin disfrute.
Comenzó por el lunes, los lunes tenían aquel sórdido lamento del desvelo, mañanas perezosas y tardes extemporáneas, noches prematuras y pocas sonrisas, pero también tenían besos nuevos, caricias inéditas y un orgasmo de onomástico.
Los martes eran de sentencias, de duelos, de entierros, los martes llovía, y también sus madrugadas eran inclementes, la luna se olvidaba de salir a tiempo y por más que buscó entre sus escombros no encontró más que aquel gorrión que nació ese día como festejo.
Los miércoles eran la mitad de sus recuerdos, como igual era la mitad de su día, de su vida y sus miserias, el miércoles tenía sonrisa de medio lado, mañanas cálidas y tardes frías, mitad de alegrías, mitad pesadillas, Miércoles tenía tantas letras como pesares y tantos pesares como esperanzas… un guiño de pergamino, una manzana jugosa, un despertar perfumado y un hasta mañana sin cumplir, pero la balanza le favorecía, era el miércoles la mitad de su recuento.
Los jueves le hacían tributo a la pereza, les había tomado cierto desprecio por tener un nombre tan simple, los jueves tienen el entrecejo fruncido, los zapatos sucios, las uñas llenas de piel rasgada, gripa crónica y tos tísica, ansias por dormir y poco dinero en los bolsillos, hambre de delito y besos delincuentes, un solo jueves se guarda para ella misma, y fue el día que supo que en su vientre nacería una semana entera de besos y vida nueva, así que reconsideró su apatía y le colgó al jueves el sol más guapo, las estrellas más sonrientes y una luna con vestido de princesa.
El viernes tenía sonrisa de niño, pantalones cortos y una mochila con tesoros en su espalda, caminos largos sin destino ni morada y un pasaporte de inmunidad diplomática, para los viernes había madrugadas breves, tardes de tequila, nieve de sabores y poesía analfabeta. Dos caricias virginales, cincos dedos para cada seno, dos lenguas en cortejo indecente y sudor perfumado a primavera exiliada. Viernes tenía los ojos pardos, la aventura en el sexo y el festín en sus zapatos de charol.
Sábado le era confidente, no había sábado idéntico, no conocía el color de su piel, ni su fecha de cumpleaños, pero le tenía especial cariño por tener un nombre tan feo.
A Sábado le contaba de sus tardes, le dedicaba sus mañanas, le cantaba canciones y le cepillaba los rizos con recuerdos inventados… Sábado tenía lugar en su cama, en su armario, en la receta del caldo de pollo y en el álbum de fotografías vacío, sábado estaba en el botón de su abrigo, en el bostezo de media tarde, en su ombligo y en el beso que le abrió las ganas que son sus piernas, le cerró la boca que es su corazón, le deslumbró los ojos que es su ánimo y le bautizó con aire, que es su anhelo.
Domingo se le escondió completo, tuvo que cerrar los ojos para recordar su tamaño, a veces era tan pequeñito que se podía medir con lo que dura la misa, a veces tan alto que se podía confundir con la araucaria que le crecía por dentro, a veces tan guapo que podía vestirse de corbata de seda y otras tan insípido que podía dormirse entre los trastos con un pijama sin color ni felpa.
Domingo tenía la cartera vacía, los zapatos sin suela, el desvelo en los ojos y las ganas trasquiladas, de vez en cuando domingo secuestraba uno que otro sueño y se dejaba consentir con arrogantes promesas, Domingo tenía nombre de verso, humor paternal, paseos inventados y un apellido que había que honrar con visitas corteses. Domingo escondía entre sus secretos, despedidas que navegaban sobre sueños marineros, adioses montados en carrocería brillante, orgasmos inolvidables, alquileres breves, dudas y decisiones, tres amores para sortear, desvelos compartidos y una piedra enmohecida de regalo.
Cuando ella terminó de demoler y reconstruir sus recuerdos , un escalofrío le recorrió completa, el vientre se le volvió aquella piedra, y por entre las piernas le resbaló el ultimo río de lágrimas y sinrazón, un sudor le mojó los ojos y un dolor intenso vuelto tornado se llevó de un soplo toda deuda pendiente, tomó el ultimo respiro que Domingo le debía y soplo al recuerdo para recibir el presente….
Un llanto agudo le trajo un Lunes nuevo,
unos ojos claros martes para estrenar,
una sonrisa sin dientes, miércoles sin mitad,
unas mejillas rosadas, jueves para querer,
olor a milagro, viernes para conquistar,
un cuerpecito perfecto, sábados para arrullar,
y una niña color de rosa, domingos para consagrar.

cieloazzul.
Todos los Derechos Reservados
Copyright © All rights reserved

miércoles, agosto 1

Micaela...




A Micaela el amor se le cedió completo…
Sabia entre las sabias aprendió de sus manos las caricias más infames y de su lengua el alivio más certero…
Y no por ser soltera entre las vírgenes se detuvo a llorarse entera, porque para Micaela el amor no era tener otro en la cama, ni en la silla de enfrente, ni tampoco con quien pelear el gasto de la casa, ni el permiso para el beso… para ella, el amor se guardaba entre el pecho y la entrepierna, para donarlo con sosiego al necesitado…
Y allá iba ella con su maletita de ungüentos a sanar al enfermo y a resucitar al muerto , con sus piernas agrias y sus caderas de fuego, abriéndose paso entre los mercaderes del pueblo que al verla corrían para no ser demonios de su huerto…
En uno de esos caminos cotidianos, se encontró con el Abuelo Agustín, que se había muerto tres años antes por puro capricho de anciano puberto, y encerrado entre lamentos y oscuros reclamos, el abuelo se dejaba crecer las barbas, las uñas y el sexo, mientras las moscas le zumbaban y el olor a muerte se moría de ocio…
Micaela entonces, llegaba con su aroma de virgen y su conjuro de puta a rematar al Viejo sin retoque ni mortaja.

Se sentaba al pie de la cama y abriendo un poco las piernas comenzaba con su alivio…

-Hoy vengo a contarte del huerto de las espigas, donde hay un nido de pajaritos que ya ni pían…donde el arroyo se ha secado y apesta a caca de humano…donde las piedras tienen flores y las flores piedras encima, donde mataron al Patrón por andarse cogiendo a las sirvientas y por donde los rufianes beben hasta matarse entre ellos…Vengo a contarte de la huerta de las espigas, donde una vez te encontré desnudo, con tu pilín bien duro y tus ojos de cabrón arrepentido, donde te perdoné tres veces, las mismas que me engañaste, y las mismas que no te dejé que me miraras desnuda… por eso le lloro al arroyo seco y a las piedras sin flores, por que cuando allá te encontré desnudo me tapé con el agua y me hice un vestido de piedras, y los pajaritos cantaban mientras tu gemías, y las flores se me metían a los ojos y tu me las ponías de sombrero y después con ellas te adornaba tu pilin chiquito y tu te reías como un relámpago furioso…-


Y mientras Micaela contaba su remedio, el Abuelo Agustín abría los ojos y las manos, balbuceaba ahogado en rabia y se empapaba en sudor que mojaba sus ojos…

Micaela entre respingo y respingo pronunciaba un ave maría incompleto… y llamaba a la muerte con su voz de meretriz resignada para que acudiera miserable a darle el último retoque al fallecido.

-Espera Agustín, aún no es hora, no te sueltes de la baranda que te aferras, por que aún no sabes que la huerta de las espigas no fue tu única cama conmigo, por que antes que te largues a morir completo tengo que contarte, que en el arroyo que me tapaba desnuda y en las piedras que me vestían mientras tu te vaciabas en mis entrañas, se ahogó el amor que una vez te di completo, enterré al hijo que nunca quisiste y me morí tres veces, las mismas que me engañaste y las mismas que nunca dejé que me miraras desnuda…por eso ahora que te he visto morir las mismas veces, es que vengo a darte mis ungüentos, mientras te resucito con mieles y te mueres de arrepentimientos, mientras me cobro un poquito de tu malsano adviento, mientras te espera el infierno y a mi el perdón eterno… mientras te mueres y muero… de una vez completa y entonces si…
Pondremos nuestra casa en el huerto,
el arroyo nos mojará los cuerpos,
Tendremos a nuestro hijo muerto,
Y no habrá tres veces en que me claves tu puñal certero…
Ni agonía más triste, que éste...
Tu último entierro.-



cieloazzul.
Todos los Derechos Reservados
Copyright © All rights reserved