viernes, enero 27

Candelaria


CANDELARIA...
A Candelaria los 20 años la tomaron con la soltería como maldición.
Portadora de senos inertes y redondos, morenos como los montes en bruto, y dueños de la burla de los amigos de sus 4 hermanos varones, que mas de 100 veces debían soportar los relatos eróticos de los amigos acerca de las eyaculaciones nocturnas sobre esas dos cumbres marquesinas...

Candelaria pasaba las mañanas de rodillas sobre el río de su pueblo, en el cual solía lavar la ropa de su familia, para de ahí caminar un buen tramo por la vereda desolada hasta llegar a su pequeña casa de asbestos, donde ayudar a su madre a preparar la comida y servir los alimentos era tarea celestial...
Candelaria poco sabía de los placeres, el mas cercano era el que le provocaba caminar con el calzón metido en su entre pierna, un ejercicio involuntario y oportuno; cuanto mas se encajaba, mas efecto producía, después, venía la sensación de haber burlado los ojos del sacerdote al pasar cada tarde a persinarse ante el santísimo y por ultimo después de todo un día de disfrutar la mordida del algodón en su sexo, desnudarse para dormir, descubrirse seca por dentro; mojada por fuera.
No conocía mas sensación que la descubierta por designio íntimo, no imaginaba siquiera lo que existía entre sus piernas; desde niña, siempre había escuchado que era pecado inspeccionar en esas zonas, condenarse a los infiernos y a la vida mundana eran penitencias temidas desde su infancia, así que a pesar de sus 20 años y su mala suerte, no tenía siquiera su boca desvirgada, dormía presa de los malos augurios, en los que a decir de las sabias ancianas del pueblo,
" cualquier mujer que no era poseída a los 15 años, quedaba inservible para futuros menesteres que no fueran ser puta o santa".
La noche en que las constelaciones se volvieron locas, Candelaria llegó a su casa con el calzón enroscado en su entrepierna mas de lo habitual; distinto a otras ocasiones, no bastó desnudarse y sacar el fuego del algodón de su sexo, el hormigueo y el palpitar se aproximaba al menor roce de sus respiros.
Después de rezar tres padres nuestros y persinarse de dos en dos, recorrió su cuerpo desde el cuello, tres veces de ida y vuelta hasta llegar a su ombligo...la sensación se parecía a morder un durazno dulce y jugoso.
Se quedó dormida con los senos endurecidos, con los pezones en las manos y el sexo despejado.
7 madrugadas fue a misa, escuchó el sermón y se confesó de pecados inexistentes, cumplió la penitencia 3 veces diarias y siguió disfrutando del calzón perdido en el zurco de sus disturbios y el sabor a durazno en su boca.
Cada noche, encontró un nuevo respingo, cada noche descubrió un nuevo mordisco en el cuerpo, cada noche, Candelaria se volvía puta;
dejaba de ser santa y se dormía mujer.

Cieloazzul
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