
Para tí,hermana mía.
Te quiero mucho.
Cuando ella supo que estaba embarazada no le importó más la ausencia del amor, resignada a una búsqueda perpetua , pasó su vida con la aventura como amiga y el silencio como amante…
No volvió a desnudarse ni siquiera para dormir y cuidó de su cuerpo como nunca antes lo previno, dormía con la soltura del antojo y el insomnio de ladrón…
Tuvo tiempo suficiente para guardarse entera, para construirse una vida nueva y borrar minuto a minuto toda señal de un pasado sentenciado al exilio y la ausencia…
Se consagró a un santo sin nombre y dedicó cada madrugada a borrar de atrás para adelante la ocasión de su ahora.
Había mucho que levantar de entre los escombros de sus pesares, mucho que incinerar y mucho más que descubrir, así que sin el menor temor se enfrentó a todo aquel mundo que le había cobrado facturas sin disfrute.
No volvió a desnudarse ni siquiera para dormir y cuidó de su cuerpo como nunca antes lo previno, dormía con la soltura del antojo y el insomnio de ladrón…
Tuvo tiempo suficiente para guardarse entera, para construirse una vida nueva y borrar minuto a minuto toda señal de un pasado sentenciado al exilio y la ausencia…
Se consagró a un santo sin nombre y dedicó cada madrugada a borrar de atrás para adelante la ocasión de su ahora.
Había mucho que levantar de entre los escombros de sus pesares, mucho que incinerar y mucho más que descubrir, así que sin el menor temor se enfrentó a todo aquel mundo que le había cobrado facturas sin disfrute.
Comenzó por el lunes, los lunes tenían aquel sórdido lamento del desvelo, mañanas perezosas y tardes extemporáneas, noches prematuras y pocas sonrisas, pero también tenían besos nuevos, caricias inéditas y un orgasmo de onomástico.
Los martes eran de sentencias, de duelos, de entierros, los martes llovía, y también sus madrugadas eran inclementes, la luna se olvidaba de salir a tiempo y por más que buscó entre sus escombros no encontró más que aquel gorrión que nació ese día como festejo.
Los miércoles eran la mitad de sus recuerdos, como igual era la mitad de su día, de su vida y sus miserias, el miércoles tenía sonrisa de medio lado, mañanas cálidas y tardes frías, mitad de alegrías, mitad pesadillas, Miércoles tenía tantas letras como pesares y tantos pesares como esperanzas… un guiño de pergamino, una manzana jugosa, un despertar perfumado y un hasta mañana sin cumplir, pero la balanza le favorecía, era el miércoles la mitad de su recuento.
Los jueves le hacían tributo a la pereza, les había tomado cierto desprecio por tener un nombre tan simple, los jueves tienen el entrecejo fruncido, los zapatos sucios, las uñas llenas de piel rasgada, gripa crónica y tos tísica, ansias por dormir y poco dinero en los bolsillos, hambre de delito y besos delincuentes, un solo jueves se guarda para ella misma, y fue el día que supo que en su vientre nacería una semana entera de besos y vida nueva, así que reconsideró su apatía y le colgó al jueves el sol más guapo, las estrellas más sonrientes y una luna con vestido de princesa.
El viernes tenía sonrisa de niño, pantalones cortos y una mochila con tesoros en su espalda, caminos largos sin destino ni morada y un pasaporte de inmunidad diplomática, para los viernes había madrugadas breves, tardes de tequila, nieve de sabores y poesía analfabeta. Dos caricias virginales, cincos dedos para cada seno, dos lenguas en cortejo indecente y sudor perfumado a primavera exiliada. Viernes tenía los ojos pardos, la aventura en el sexo y el festín en sus zapatos de charol.
Sábado le era confidente, no había sábado idéntico, no conocía el color de su piel, ni su fecha de cumpleaños, pero le tenía especial cariño por tener un nombre tan feo.
A Sábado le contaba de sus tardes, le dedicaba sus mañanas, le cantaba canciones y le cepillaba los rizos con recuerdos inventados… Sábado tenía lugar en su cama, en su armario, en la receta del caldo de pollo y en el álbum de fotografías vacío, sábado estaba en el botón de su abrigo, en el bostezo de media tarde, en su ombligo y en el beso que le abrió las ganas que son sus piernas, le cerró la boca que es su corazón, le deslumbró los ojos que es su ánimo y le bautizó con aire, que es su anhelo.
Domingo se le escondió completo, tuvo que cerrar los ojos para recordar su tamaño, a veces era tan pequeñito que se podía medir con lo que dura la misa, a veces tan alto que se podía confundir con la araucaria que le crecía por dentro, a veces tan guapo que podía vestirse de corbata de seda y otras tan insípido que podía dormirse entre los trastos con un pijama sin color ni felpa.
Domingo tenía la cartera vacía, los zapatos sin suela, el desvelo en los ojos y las ganas trasquiladas, de vez en cuando domingo secuestraba uno que otro sueño y se dejaba consentir con arrogantes promesas, Domingo tenía nombre de verso, humor paternal, paseos inventados y un apellido que había que honrar con visitas corteses. Domingo escondía entre sus secretos, despedidas que navegaban sobre sueños marineros, adioses montados en carrocería brillante, orgasmos inolvidables, alquileres breves, dudas y decisiones, tres amores para sortear, desvelos compartidos y una piedra enmohecida de regalo.
Cuando ella terminó de demoler y reconstruir sus recuerdos , un escalofrío le recorrió completa, el vientre se le volvió aquella piedra, y por entre las piernas le resbaló el ultimo río de lágrimas y sinrazón, un sudor le mojó los ojos y un dolor intenso vuelto tornado se llevó de un soplo toda deuda pendiente, tomó el ultimo respiro que Domingo le debía y soplo al recuerdo para recibir el presente….
Un llanto agudo le trajo un Lunes nuevo,
unos ojos claros martes para estrenar,
una sonrisa sin dientes, miércoles sin mitad,
unas mejillas rosadas, jueves para querer,
olor a milagro, viernes para conquistar,
un cuerpecito perfecto, sábados para arrullar,
y una niña color de rosa, domingos para consagrar.
Los martes eran de sentencias, de duelos, de entierros, los martes llovía, y también sus madrugadas eran inclementes, la luna se olvidaba de salir a tiempo y por más que buscó entre sus escombros no encontró más que aquel gorrión que nació ese día como festejo.
Los miércoles eran la mitad de sus recuerdos, como igual era la mitad de su día, de su vida y sus miserias, el miércoles tenía sonrisa de medio lado, mañanas cálidas y tardes frías, mitad de alegrías, mitad pesadillas, Miércoles tenía tantas letras como pesares y tantos pesares como esperanzas… un guiño de pergamino, una manzana jugosa, un despertar perfumado y un hasta mañana sin cumplir, pero la balanza le favorecía, era el miércoles la mitad de su recuento.
Los jueves le hacían tributo a la pereza, les había tomado cierto desprecio por tener un nombre tan simple, los jueves tienen el entrecejo fruncido, los zapatos sucios, las uñas llenas de piel rasgada, gripa crónica y tos tísica, ansias por dormir y poco dinero en los bolsillos, hambre de delito y besos delincuentes, un solo jueves se guarda para ella misma, y fue el día que supo que en su vientre nacería una semana entera de besos y vida nueva, así que reconsideró su apatía y le colgó al jueves el sol más guapo, las estrellas más sonrientes y una luna con vestido de princesa.
El viernes tenía sonrisa de niño, pantalones cortos y una mochila con tesoros en su espalda, caminos largos sin destino ni morada y un pasaporte de inmunidad diplomática, para los viernes había madrugadas breves, tardes de tequila, nieve de sabores y poesía analfabeta. Dos caricias virginales, cincos dedos para cada seno, dos lenguas en cortejo indecente y sudor perfumado a primavera exiliada. Viernes tenía los ojos pardos, la aventura en el sexo y el festín en sus zapatos de charol.
Sábado le era confidente, no había sábado idéntico, no conocía el color de su piel, ni su fecha de cumpleaños, pero le tenía especial cariño por tener un nombre tan feo.
A Sábado le contaba de sus tardes, le dedicaba sus mañanas, le cantaba canciones y le cepillaba los rizos con recuerdos inventados… Sábado tenía lugar en su cama, en su armario, en la receta del caldo de pollo y en el álbum de fotografías vacío, sábado estaba en el botón de su abrigo, en el bostezo de media tarde, en su ombligo y en el beso que le abrió las ganas que son sus piernas, le cerró la boca que es su corazón, le deslumbró los ojos que es su ánimo y le bautizó con aire, que es su anhelo.
Domingo se le escondió completo, tuvo que cerrar los ojos para recordar su tamaño, a veces era tan pequeñito que se podía medir con lo que dura la misa, a veces tan alto que se podía confundir con la araucaria que le crecía por dentro, a veces tan guapo que podía vestirse de corbata de seda y otras tan insípido que podía dormirse entre los trastos con un pijama sin color ni felpa.
Domingo tenía la cartera vacía, los zapatos sin suela, el desvelo en los ojos y las ganas trasquiladas, de vez en cuando domingo secuestraba uno que otro sueño y se dejaba consentir con arrogantes promesas, Domingo tenía nombre de verso, humor paternal, paseos inventados y un apellido que había que honrar con visitas corteses. Domingo escondía entre sus secretos, despedidas que navegaban sobre sueños marineros, adioses montados en carrocería brillante, orgasmos inolvidables, alquileres breves, dudas y decisiones, tres amores para sortear, desvelos compartidos y una piedra enmohecida de regalo.
Cuando ella terminó de demoler y reconstruir sus recuerdos , un escalofrío le recorrió completa, el vientre se le volvió aquella piedra, y por entre las piernas le resbaló el ultimo río de lágrimas y sinrazón, un sudor le mojó los ojos y un dolor intenso vuelto tornado se llevó de un soplo toda deuda pendiente, tomó el ultimo respiro que Domingo le debía y soplo al recuerdo para recibir el presente….
Un llanto agudo le trajo un Lunes nuevo,
unos ojos claros martes para estrenar,
una sonrisa sin dientes, miércoles sin mitad,
unas mejillas rosadas, jueves para querer,
olor a milagro, viernes para conquistar,
un cuerpecito perfecto, sábados para arrullar,
y una niña color de rosa, domingos para consagrar.
cieloazzul.
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