Como si todo el tiempo se hubieran buscado, se encontraron
sin siquiera saber que cada cual tenía dentro de sus historias el faltante para
sus comienzos…
Cuando Crisanta abrió la puerta y se encontró con ese hombre
de hombros pesados, supo que el resto de su misión iría entre sobresaltos.
Para todo tipo de desquebrajos, Crisanta tenía remedios,
palabras y embistes, menos para los corazones rotos, en ese menester, no había
remedio eficiente que no fuera el olvido o el otra vez.
Y las tardes fueron sucediendo, mientras él hombre de ojos
de sonrisa triste le narraba de sus grietas, Crisanta se acomodaba el pudor
para no rodar entre la ética y el antojo que aquel hombre le amotinaba con tan
solo mirarla.
Hubo tardes en que el deseo se adormecía entre los vericuetos
de las historias de ese hombre que sonreía sin darse cuenta y seducía con la
astucia de francotirador. Hubo tardes donde el deseo se contoneaba entre
miradas hambrientas y mimos de comprensión, hasta aquella tarde en que al
despedirse el antojo les atrapó en un abrazo largo que les estremeció.
Fue hasta el siguiente encuentro que Crisanta abrió la
puerta y se encontró con ese hombre que sonreía con el deseo de un forastero que
encuentra donde lavar sus años, fue en ese arrebato que ella se le arrojó a los
brazos con la demencia guardada entre las piernas y fueron las manos de ese
hombre que con la experiencia de quien dibuja, le repasó el contorno y le
cinceló los miedos.
Fue un beso
suficiente para que Crisanta se dejara desvestir entre mordiscos y respiros,
fue apenas imperceptible la urgencia de acompañarse a cabalgar por aquellas
grietas que ambos conocían con todo y nombre, fue apenas un darse cuenta, para
que aquel hombre que se sabía herido se
dejara llevar por la bravura de los olvidos para empezar otra vez.
No solo viajaron entre dolor y olvidos, ambos pasearon con
sus manos por cada uno de los paisajes despintados de deseo y hastío, ambos
pasearon con sus bocas por los nombres fallecidos, ambos se encontraron de
pronto, en el mismo sitio donde se les había herido, resucitándose para dejarse hacer...
cieloazzul.
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2 comentarios:
Es un pecado imperdonable que no escribas a diario.
Estás bendecida para ello.
Besos.
Estoy esperando más....
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