Una promesa no es un contrato con tu nombre al final,
ni un acuerdo vinculante, sino algo distinto.
Dura mientras mantiene viva tu alma.
Almas Gemelas. Deepak Chopra.
Después del silencio, de la despedida salada, de recorrer el borde de la ausencia desquebrajada,
de reconocer el limite de los hubieras, de adivinar historias e inventar finales, volvieron a encontrarse.
Nada había cambiado en el fondo de sus ojos, nada nuevo había crecido en el jardín de las aventuras, tampoco nada había disminuido la inercia que despide el instinto.
De repente, Ignacia estaba ahí, frente a ese sin fin de posibilidades, frente a esa inexplicable necesidad de respuestas, ante un conocido reflejo que nace en la boca del estómago, atropella el corazón y se desborda en una sonrisa de diva -con tan solo mirar-.
De repente, él estaba ahí, con su mirada de mago, con su sonrisa de media luna, con sus manos pinceles y su extravío infantil.
El resto de las horas les caminaron entre un diálogo insípido. - palabras más, palabras menos- nada nuevo.
- ¿Dónde nace el principio cuando llega el final? -
Se preguntaba Ignacia cuando la noche se le presentaba sin señales de cordura.
Después de tanto haberse proclamado uno, después de haberse prometido presencia eterna, después de mirarse el alma con los ojos cerrados, habían tomado la decisión de separarse.
Ignacia llevaba sobre sus dudas la certeza de renovarse, la cotidiana sonrisa como reflejo a sus pesares y la libertad rota a causa de un cautivo sentimiento de menosprecio. Poco a poco había perdido la ilusión de sentirse amada.
Mientras tanto él, llevaba tiempo buscando algo distinto, pero no estaba seguro si ese algo estaba dentro de Ignacia o de él mismo, el caso es que cuando estaban juntos el amor era el único camino que les callaba los miedos.
-Prométeme que nunca me dejarás- Pidió él, años antes en una tarde de besos orgásmicos
- Prometo- Dijo ella segura del siempre.
-Prometo que nunca te dejaré- Dijo él mirándola a los ojos.
Poco pensaron en el día en que la cotidiana rutina se les metería en el medio hasta que el reproche era lo más cercano a un buenos días. Entonces olvidando por completo las promesas de un siempre, se dijeron adiós sin lamentos ni reclamos.
Pasaron meses sin saberse, días festivos sin apenas recordarse, tiempo de no sentirse.
Una mañana ambos despertaron con la sensación de extrañarse, por curioso que parezca, las promesas dichas con el corazón se escriben en el universo con perfecta ortografía, viajan en espiral por entre los cuerpos y vibran hasta ser recordadas de nuevo, para ser cumplidas.
Ambos intentaron no darle importancia al recuerdo, cada uno por su cuenta retomó sus labores cotidianas y creyeron olvidarse por un momento de la repentina necesidad de saberse.
Entonces, todo comenzó a ser distinto, ambos comenzaron a encontrarse entre aromas y sabores que irremediablemente les llevaba a sentirse.
Antes de que Ignacia se diera cuenta de que todo el día había pensado en él, antes de que él se sorprendiera buscándola entre otros nombres, el universo ya tenia la sentencia lista para volverlos a encontrar.
-Hola- Dijo él, en el pasillo de aquel supermercado.
Ignacia giró a responder el saludo con la emoción de una adolescente y el estómago encogido.
Sin más que protocolos se abrazaron como quien se arroja a una suplica.
- Dime algo - dijo él mientras la apretaba contra su pecho
- Algo- dijo ella bromeando con los miedos
- Algo que sea para siempre- dijo él apretando sus dedos sobre la espalda de Ignacia
- Nada es para siempre-Dijo ella, intentando no llorar
- Nada es nada, Siempre es siempre- Dijo soltándola despacio
-Te amo para siempre- dijo entonces,
- Te amo como siempre- se dijeron volviéndose uno.
-Siempre es hoy-
-¿Promesa?-
cieloazzul.
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